martes, 22 de marzo de 2016

¿RADICALES O MÁS PERDIDOS QUE UN PULPO EN UN GARAJE?



         Me viene a la cabeza aquella canción de Sabina “Así estoy yo sin ti”. Unos versos de desorientación pura y dura en los que queda patente el sentir silencioso y auto-ignorado de  demasiada gente que me rodea y de mí mismo.

         Como ya he hecho en otras ocasiones tiro de diccionario para buscar una definición, y en el DRAE encuentro en la quinta acepción del adjetivo radical lo siguiente: <>.

         Se ha perdido el norte; o acaso jamás se ha llegado a encontrarlo, porque la vida de la humanidad se destaca por una continua búsqueda a nivel personal que asciende a un nivel global cuando se juntan más de dos “pulpos”. Esos pulpos agrupados fueron conjuntándose en civilizaciones, culturas, religiones, partidos políticos… en fin en una torre de Babel que, si no fuese por la venda que todos tenemos puesta en los ojos, veríamos como una riqueza multicultural y multisocial.

         Se es tan falso y falaz que en el pensar general existe la creencia de lo buena que es esa multiculturalidad cuando a la vuelta de la esquina no se tiene reparo en marcar, etiquetar y denigrar al que piensa diferente a cada uno y se tiende a olvidar esa maravilla que es la variedad social y con la que se llena la boca de verborrea farisea; y no digo ya criticar, sino destruir siempre que sea posible, con el simple argumento que no es de recibo que los demás con sus pensamientos, nos excluyan a nosotros y nuestras convicciones.

         Ideas generales que como siempre suelto para llegar a ideas concretas: religión contra política o política contra religión; cuando esa misma historia lleva dando sopapos desde que el hombre es hombre porque, aunque no se quiera ver, tanto una como otra llevan caminando de la mano toda la vida y por más que algunos se empeñen en afirmar, la una no puede vivir sin la otra ni viceversa.

         En todas las religiones siempre han existido facciones más progresistas y más conservadoras al igual que ocurre en toda vida política; incluso dentro de lo que se suponen que son organizaciones con idearios y objetivos comunes; entiéndanse: partidos políticos. No, ellos tampoco son tan homogéneos aunque pretendan parecerlo. Reconocen esa variedad de ideas que ponen la sal a todos los cocidos pero intentan no dejar ver resquicios en sus formaciones o los maquillan con colores de “abandonos voluntarios” cuando llegan ciertas situaciones. Ahora voy yo y me lo creo.

         Siempre han existido los que de un pensamiento, de unas ideas, de una fe, han querido llevar a cabo el <>. Siempre han existido los extremos en los que se va desplazando la línea porque en todo momento aparece algún iluminado que quiere llegar más allá que los demás en sus convicciones. Se pasa por alto lo que ya Aristóteles tenía en cuenta: <> y que sobre todo a los políticos se les olvida continuamente, teniendo en los extremos su espacio vital. Yo lo tengo claro: un radical nunca podrá ser racional y menos cuando disfrazan esa radicalidad con telas y panas de “servicios a la comunidad”.

         A muchos les encanta hacer creer a los demás que tienen las ideas claras, cuando lo que estamos es más perdidos que un pulpo en un garaje y necesitan cambiar su parecer, sus pautas y su discurso a la vez que los que les siguen fruncen el ceño para un lado o para otro, sonríen o se les pone cara de póquer. Generalmente no son capaces de reconocer esa tendencia, ese zig-zag continuo necesario para gustar al máximo de gente posible, y aquí entra el tercer adjetivo que define la palabra radical: <>.

         Aunque se estén dando de cabezazos contra la pared jamás reconocerán que están equivocados; ni siquiera la posibilidad de estarlo. Esa intransigencia lleva a extremos tales que, con tal de hacer valer su opinión, su pensamiento y razón, no miden las consecuencias porque como diría Rajoy “es una razón muy razonable y muy con razón”.

         Es tal la intransigencia que se gastan algunos, que la solución a lo que no entra en sus esquemas es sencilla: la destrucción y aniquilación. Todo lo que caiga alrededor se  considerarán daños colaterales; lo mismo les da que estos daños tengan nombre y apellidos o cara de abuelo o de niño. Llegan a la conclusión  que la mejor manera de mejorar uno mismo, y por ende la comunidad, es destruir todo lo anterior, sin estudiar antes si enriquece o empobrece. Solo manda una pauta: Si lo hicieron los que piensan distinto a ellos, está mal hecho y punto.

         Esta intransigencia, ese radicalismo se da por igual en las dos vertientes: la religiosa y la política; obviamente cada una en su medida y a su estilo. Cierto es que a unos se les nota o se hace que se les note más que a otros. Una buena forma de disimular es sacar los colores a los demás para que no se vea públicamente en el fregao que está metido cada uno. En este punto ganan por goleada ciertos partidos políticos: la culpa de todo la tiene la Iglesia como institución, <>.

         Déjense de tanto extremismo, de tanta intransigencia porque si existen miembros de la Iglesia que cantan rock, es porque lo que en un tiempo se denominó “música del diablo” no lo es tanto. Si hay políticos que por convicción asisten a procesiones, ¿por qué machacan lo que sienten como suyo? Si en cualquier rincón del culo del mundo se puede encontrar a unos y otros mano a mano para mejorar situaciones injustas, alarguen éstas para que lleguen hasta este garaje perdido para encontrar un orden y una salida. El diablo, antes de serlo fue ángel y colgado de una cruz hubo un ladrón que reconoció a Jesús como Mesías.

         Siempre me cuesta encontrar la forma de terminar un artículo porque sé que se me quedan demasiadas cosas en el tintero, o en el teclado que habría que especificar hoy día. Pero se me ocurre una manera: Déjense unos de apartar a los díscolos por cómo piensan o por dónde o quien la mete y miren un poquito lo que meten y dónde lo hacen. Déjense otros de “semanas festivas”, “fiestas populares” y demás tonterías con tal de no nombrar un santo para poder seguir disfrutando de la fiesta. Dados como son todos a filosofar cuando les interesa, acuérdense más a menudo de Aristóteles.

         Con un fraternal saludo y apretón de mano izquierda.

         Juan J. López Cartón.

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