jueves, 24 de diciembre de 2009

Un año más de tradición, recuerdos y sentimientos.

Costó, cierto, este año el Belén ha dado un poco más la lata de lo habitual por aquello de querer innovar... (experimentos con gaseosa no son buenos, jejeje) pero se inauguró como estaba previsto y es tradición el día 8 de Diciembre. Un tanto accidentado a nivel de agua debido por lo visto al cambio climático y al calentamiento global (a menos eso opinan los entendidos): El río no conseguimos hacerlo estanco del todo, por lo que se secó y los temporales que han llegado a Valdelagrana, Belén en el Neno incluido, han hecho que todo el agua que no corría por el río nos cayese del cielo en forma de goteras; aunque estoy seguro que el Bebé que está en el regazo de una María esperanzada, protegerá una tradición que recuerda su llegada a este revuelto mundo de hoy. He aquí algunas fotos de cómo ha quedado. Espero que os gusten.


























lunes, 21 de diciembre de 2009

¿Paz o pan?


Hola de nuevo a todos los que seguís el blog y a los que de casualidad caéis en él por las casualidades de la vida.
Perdonad mi ausencia en las últimas semanas, pero me he quedado sin ordenador y gracias a mi amigo Jesús que se partió la neurona para intentar rescatar mi viejo PC, al final solo consiguió que esto funcionase un poco por medio de LINUX. Espero que de una u otra manera pueda ofreceros las fotos de Belén que ya monté en próximos días, ya que hay gente que me ha preguntado por el tema.

Hoy, a título personal, y antes de el momento "Belén", he preferido volver al blog haciendo una reflexión. Os cuento:

El viernes pasado, en medio de la tremenda tromba de agua que nos chupamos, nos presentamos en Jerez para un rito que desde hace años llevan a cabo los Scouts: recibir para después compartir la Luz de la Paz de Belén. Diréis algunos que qué es eso, seguro... Desde hace años un grupo de scouts austriaco va a Belén en peregrinación, y en el sitio donde se supone nació Jesús, encienden una lámpara con la llama que allí permanece encendida. Esta luz simboliza la Paz. De allí llega a Austria y Alemania, y a continuación se reparte por todo el mundo, en un afán de compartir esa Paz que vino a traer aquel bebé nacido entre pajas.

Dejando de lado creencias y religiones, lo que estoy seguro que todos tenemos en común es la querencia y necesidad de esa paz en todos buscamos tener en nuestras vidas, nuestro trabajo y porqué no, en todo el mundo.

Qué bonito sería, ¿verdad?... pues como decía el chiste: "va a ser que no". Cierto, todos queremos la Paz, todos la necesitamos, pero hay gente que lo tiene claro, de qué me sirve la PAZ si lo que yo necesito para vivir es PAN.
Todos tenemos claro que los últimos meses no están resultando precisamente alagüeños en cuestión de economía; estamos jodidos, la verdad. Seguimos teniendo que aguantar a una panda de estómagos agradecidos (de los votos que les dieron sus compatriotas, aun cuando no les sirvieron para ganar) a los que se les llena la boca de decir que ya queda poco, que por si acaso nos hagamos un par de agujeros más en el cinturón pero que seguro que no van a hacer falta, que lo peor ya pasó (que se lo digan a todos los que han ido de "patitas a la calle") y que ahora disfrutemos de esos días tan maravillosos de Navidad.

Si en su día hubo alguien con un par, que echó a los mercaderes del templo, si hoy volviese, se liaría con esta panda de chupatintas unicejos y barbudos que tienen el poder en sus manos y a los que se les llena la boca pidiendo y deseando la paz (con soldados metidos en guerras incluido). Que den un supuesto Premio Nobel de la Paz a un individuo que en su discurso lo primero que suelta es lo necesaria que es la guerra, desprestigia no a los premios; que a mi sinceramente me importan un bledo, sino desprestigian a todos aquellos que están luchando para que la gente tenga PAN para alcanzar la Paz: de qué me sirve la Paz si me muero de hambre (si claro, de ahí la frase "descanse en pan, perdón, en paz).

No me voy a enrollar más, que no es esa la cuestión, sencillamente me apetecía compartir lo que desde el viernes me barrunta en la cabeza después de recoger, con mimo y con ilusión esa llama que se encendió en la cuna del auténtico Premio Nobel de la Paz: un loco llamado Jesús.

Feliz Navidad, felices fiestas, y poco más.

PDT: por cierto, en casa tengo esa llama para compartirla con quien quiera ser mensajero de pan, además de paz.

martes, 24 de noviembre de 2009

Una mirada

Hoy quiero compartir con vosotros una de mis facetas. Como la mayoría de ellas, un poco a trancas y otra a barrancas, algo surge y se plasma sobre el papel (en este caso sobre la pantalla del ordenador). Es algo que escribí allá por el 93 y que después incluso me atreví a que fuese una de las letras de esas canciones que con mi guitarra guardé en el olvido.

Una sonrisa: un sueño.
Una mirada: un misterio.
Como salida del agua,
como Venus renacida,
Atenea del olimpo,
llegada de una partida.

Como dos faros de mar,
como lucero en la noche,
como antorchas que me alumbran
sin preguntar, sin reproches.

Como esa noria que gira
haciendo manar el agua,
hiciste surgir en ti
una sonrisa, una mirada.

Quiero aprender a poner
el nombre de esa mirada
acompañando a esa luz
su sonrisa silenciosa, no callada.

Ríe,
busca
donde posar tu mirada,
pero jamás me preguntes
el sentido de estas palabras.

(30-7-93)

jueves, 19 de noviembre de 2009

Como decía Machado...

Aquí va una de mis canciones favoritas, como regalo para quien quiera. A fin de cuentas forma parte del nombre de mi blog en el que todos nos podemos ver reflejados. Sencillamente, me apetece compartirla.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Había una vez...



Había una vez un payaso que había olvidado sonreír.

Todo el mundo, cuando le veía, no podía evitar soltar una gran carcajada, porque la gente al mirarle no era capaz de ver más allá de su peluca, de sus pinturas, de su nariz de gomaespuma, de sus pantalones a rayas con tirantes y sus grandes zapatones.


Todos los días acudía a su cita en el centro de la pista, bajo la gran carpa roja y blanca para dedicar sus mejores caídas, tartazos, piruetas, canciones, bofetadas... y también todos los días el público le respondía con sonoras carcajadas que a él no le llegaban ya al corazón. Su trabajo era hacer reír, y como buen payaso se empeñaba y se esmeraba a diario para que los ojos de los niños y de los que ya no lo eran tanto, al concluir la función, llevasen ese brillo nuevo y especial en sus ojos; muestra de que todos ellos, en mayor o menor medida, habían sido capaces de aparcar sus ajetreos, agobios, discusiones, fracasos en la entrada de aquella gran carpa mágica llamada circo.

Todos se aunaban a la hora de opinar: los trapecistas espectaculares, los domadores valientes como siempre, los funanbulistas admirables, pero el payaso... para él no tenían suficientes adjetivos que pudiesen reflejar el asombro que aquella cara pintada con nariz gorda y flor en la solapa que no paraba de echar agua era capaz de transmitir.

Un día, como cualquier otro, el director de pista bajo su sombrero de copa y su chaqueta hecha de brillantina y purpurina anunció con voz firme y espectante: "Queridos niños y niñas, papás y mamás, abuelos y abuelas, Señoras y Señoresssssss a continuación vamos a recibir como merece al gran mago de la risa, la única persona del mundo capaz de aplaudir con las orejas mientras toca el saxofón, el único, el inigualableeeeeee payaso Facundo, capaz de hacer reír a todo el mundo", y la carpa, como cada función, pareció venirse abajo con los aplausos y la algarabía que se formó para acoger a la gran estrella de mágico mundo del circo.
Facundo salió triunfal con los brazos abiertos queriendo abarcar toda la grada y antes de dar el segundo paso... ¡¡Pataplafff!!, su cuerpo quedó tendido con una caída por culpa de sus zapatones y de nuevo todo el público soltó su carcajada mientras él hacía aspavientos boca abajo sobre su tremenda barriga de relleno. Intentó levantarse, pero se volvió a pisar el traidor zapatón y una vez más cayó, esta vez boca arriba sacudiendo sus piernas y sus manos como una tortuga en un momento de apuro; y de nuevo la carcajada rasgó la espectación del público. El payaso, mientras veía la reacción del respetable observó algo. Era algo que no le podía pasar desapercibido porque por primera vez, en muchos años como payaso, había algo nuevo entre su ferviente batallón de la risa: un niño que no reía.
De nuevo se levantó llorando como un bebé y soltando grandes chorros de agua por sus ojos de pega, y cuando pasó a la altura del niño... seguía sin sonreír. "No puede ser" pensó... "Esto es peor de lo que yo creía, ya no solo estoy triste yo, mi tristeza se está haciendo contagiosa". Como buen payaso, curtido en las tablas y arenas de muchos circos, no se dio por vencido. De momento centró todos sus esfuerzos en que ese niño riese, y comenzó su repertorio dirigiendo su magia hacia el niño. Tartas volando por el aire que siempre terminaban en su cara, cubos de agua para el director de pista que terminaban encajados en sus grandes zapatos, canciones con su saxofón mientras su sofisticado mecanismo hacía que sus orejas postizas se moviesen aplaudiendo al ritmo de la música... pero nada, Facundo dejó de oír todas las risas y carcajadas y solo oía el silencio que la tristeza de ese niño le transmitía.
Por fin terminó su actuación, se le había hecho eterna, y todo porque ese maldito niño no quería reír. Estaba enfadado, muy enfadado... consigo mismo. "El día en que no sea capaz de hacer reír, será el último para Facundo el payaso" se prometió hacía muchos años. Era lo que llevaba haciendo toda la vida, desde pequeño, cuando solamente tenía que acarrear los cubos de agua y las tartas que su padre y su abuelo dedicaban a repartir entre el público, y que al igual que con él ocurría, siempre terminaban sobre el maquillaje de sus predecesores.
Salió de la carpa cabizbajo, dándole vueltas a lo que había ocurrido: ¿habría llegado su momento? Ya no solamente no era feliz haciendo reír a la gente, sino que además esa misma gente había empezado a dejar de reír, aunque solo fuese en la figura de un niño.
Al llegar a su caravana quedó sorprendido por su inesperada visita: el niño, el origen de su amargura durante la última hora, estaba allí, sentado en el escalón de la entrada de la que era su casa ambulante; "¿porqué estás triste?, preguntó. No podía ser. No era posible que un crío, de apenas cinco años, se hubiese dado cuenta de su gran secreto, de algo de lo que nadie se había percatado, ni entre sus compañeros ni entre el público que cada tarde asistía a su actuación.
"Sé que cada día, cuando terminas tu actuación y vienes a tu caravana, lloras. Sé que cada día, cuanto te maquillas, te dibujas una mueca triste para que después la pintura la tape con esa sonrisa de mentira. No escondas tu tristeza, cambia el orden. Las pinturas siempre serán pinturas, y tu público siempre reirá, te pintes como te pintes. Lo importante es que lo que dejaste atrás, aquel niño que acarreaba los cubos, vuelva a tu corazón; sea él quien pinte tu cara cada tarde antes de saltar a la pista. Recuerda porqué te hiciste payaso". El niño en ese momento sonrió, se levantó, y se alejó entre el resto de casas móviles. Él no entendía nada.
Entró en su caravana, se desmaquilló, y al sentarse, para llorar como todos los días algo pasó por su cabeza que le hizo reaccionar. miró hacia un lado y allí estaba: un cubo de zinc corroído por los años y el desuso. No era posible; ¿quién puso ese recuerdo del pasado en su caravana...? Sin saber porqué, se levantó y echó mano de aquel trasto viejo, y sin explicación alguna, vio su imagen reflejada en un fondo inexistente.
Recorrió la pista de una vieja carpa llena de remiendos en un pueblecito de tercera. Un día, sacando los cubos llenos de agua y serpentinas para la actuación de los payasos, en el esfuerzo de hacer las cosas bien, tropezó y fue al suelo envuelto en agua, confeti, serpentina y zinc. Nadie se dio cuenta de su traspié excepto un niño: el mismo que esa tarde le había visitado en su caravana. Estaba triste. Lo vio y pensó cómo, mientras todos reían por la actuación, él seguía triste. Se levantó mirándole a los ojos, volvió a tomar los cubos y esta vez a propósito, sabiendo que nadie estaba pendiente de él, solo el niño, simuló de nuevo un tropezón volviendo a revolcarse entre barro, y papelillos y sin dejar de mirarle a los ojos y aquel niño triste sonrió. Ese día Facundo, el hijo de Pitillo el payaso, el nieto de Bombacho el payaso decidió lo que quería hacer el resto de su vida: hacer reír a la gente, ser payaso.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Mi penúltima aventura con "esos locos bajitos"




Como en su día dije, este blog es lo que es, y no tiene ninguna lógica en el orden cronológico, así que hoy toca una historia del día a día que estoy viviendo.

Hacía ya unos cuantos años que estaba aparcado en la cuneta. Sinceramente, en mis planes no entraba volver a rodearme de voces chillonas que te cuestionan sobre todo y para todo (de eso ya estoy servido con Rodrigo y Fernando), ni siquiera de los que despiertan a un mundo revolucionado por nosotros mismos y nuestras ideas peregrinas de lo que debe ser el mundo moderno.

La verdad es que nunca serví como educador; por mi carácter inquieto y en parte por mi autoconsiderado "complejo de Peter Pan" me han hecho ver durante toda mi vida que prefiero aprender de "esos locos bajitos", aunque mucha gente se haya empeñado en hacerme creer que para hacer lo que yo hago hay que tener madera de educador. Yo sencillamente llego a una conclusión: Llevo más de media vida haciendo lo que me gusta, porque me gusta, y disfruto como cualquiera de ellos de cada momento y cada payasada que toca hacer; porque sí.

El caso es que a la Parroquia había llegado un grupo de "aventureros" Scouts, y tras parlamentarlo con la madre de la criatura apuntaríamos a Rodrigo, en un principio en contra de su voluntad, para no faltar a la verdad. Uno de los días que los padres tuvimos una reunión con ellos, y dado mi "pasado", yo iba recordando y reconociendo la mayoría de las cosas que nos iban contando. Al final de la reunión me acerqué a Ana, la "Jefa", para charlar un poco y compartir con ella alguno de sus comentarios; para qué lo haría, jajaja. "Trabajar con niños es como un veneno que se lleva en la sangre" me dijo, y no le faltaba razón, la verdad: me ofreció entrar a formar parte del equipo responsable.

Dios mío, no fastidies, los Scouts. Lo reconozco, nunca fueron santo de mi devoción. El desconocimiento de las cosas nos lleva a conclusiones equivocadas desde luego, pero un par de desencuentros pasados con ellos me hizo pensar de esa manera.

De nuevo tocó "consejo familiar", y una vez más, conociéndome y sabiendo que es algo que siempre me llenó, hubo beneplácito conyugal.

Ofú, en qué fregaos me meto, si es que no aprendo. Pero ahí estaba yo, con mis "taitantos", que diría Lina Morgan en el Hostal Royal manzanares, para iniciar una nueva aventura. Me uní a ellos y ellos me acogieron como uno más. Me contagiaron y despertaron del letargo muchas de las sensaciones que dormían guardadas en forma de fotos y placas recordatorias del camino que durante años estuve pisando. Momentos que van quedando grabados, unidos, no enfrentados a otros que ya pasaron. Vivencias compartidas y una Opción. Para mí realmente fue como las ofertas que hacen en las rebajas de enero: una preciosa chaqueta que sabes que si no la compras en ese momento no volverá a estar a tu alcance. Una firma en una Carta.

Las sensaciones que siguieron, una vez entre los chavales, fueron muchas. Hay una que desde el principio me sigue, y que cada sábado, cuando estamos con ellos, o cada día en que nos reunimos los responsables del grupo, me bloquea: este ya no es mi mundo; sin embargo es algo que se disipa de inmediato; mis Hermanos Scouts y los propios niños hacen que sea así.

Como dije antes, y esto lo demuestra... aún me queda mucho por aprender.


En Villaluenga, durante los cursos de formación.





Menuda panda de majaretas, jejeje.


En mi "vela de armas"

Mi compromiso: una actualización y renovación de lo que
llevo 20 años trabajando.
Dos personas especiales: Carmen y Ana, mis madrinas.



Primera reunión con los niños.




La tropa Ranger "Algaida".

Los valientes que se apuntaron el primer día, después siguió
llegando gente.

martes, 27 de octubre de 2009

Acordes en el aire.

Su primer sonido fue un crujido seco, cuando el tronco del que estaba destinada a nacer cayó contra el suelo golpeándolo y partiendo todas sus ramas.
El sonido de la sierra sonó a lamento mientras iba cortando una a una todas las tiras que formaría su caja.
Por fin unas manos, ásperas, llenas de callos pero a la vez suaves y delicadas, le fueron dando forma, forma de aquella que estaba destinada a ser abrazada, acariciada; destinada a recorrer mundo siempre acompañando y a su vez ganándose un sitio privilegiado en todas las esquinas en que su lamento se tornaría en melodía. El viejo luthier fue colocando una a una las piezas que como un puzle encajaban a la perfección; todas estaban destinadas para formar parte de una ilusión llamada guitarra.
Con contaba yo con ocho años llegó a mis manos como regalo del que hizo de abuelo en mi vida. Imaginad la cara de aquel chaval que por primera vez tenía algo más que una flauta dulce en sus manos y al que un profesor; un gallego llamado Don Manolo (aún se trataba a los profesores con el "Don") que tocaba casi todos los instrumentos, incluido el corazón, le intentaba meter el gusanillo de la música en la sangre.
La verdad es que aquella guitarra, que con ilusión había surgido de un basto trozo de madera, no tuvo un principio muy digno que digamos. El chaval en cuestión era bastante negado a la hora de raspar sus cuerdas en busca de melodías, y aunque mostraba su interés por aprender, no llegaba a hacer que los sonidos que de ella salían fuesen demasiado armoniosos... pero la chispa ya había saltado.
Durante años fue recorriendo sitios, los mismos que el chiquillo, que fue creciendo a la vez que la ilusión por dominar un arte que ella llevaba dentro. En un orfeón, en una rondalla, fue recorriendo distintas modalidades mientras sus cuerdas iban afinando más tu melodía; aunque su realidad estaba escrita más allá de aquellos sitios.
Pasó a acompañar a otras guitarras, en un ritmo y unas melodías nuevas para ella. Eran melodías frescas, reflexivas a veces, otras más mundanas, pero siempre en un ambiente más festivo, con un ritmo más distendido en el que no importaba que las manos inexpertas no pisasen bien las cuerdas adecuadas, porque en esos días empezó a volar. El muchacho perdió el miedo a que sus dedos inexpertos rasgasen sus cuerdas y hasta su imagen cambió. Como marcas de guerra, como eslabones de una cadena que había empezado a formar surgieron parches, pegatinas que hicieron de ella una guitarra con su historia. Con la personalidad, como la maleta del trotamundos, del que por fin iba consiguiendo hilvanar acordes. Incluso encontró un compañero en sus andanzas: un poncho. Como aquella canción, pero sin el sombrero de ala ancha, ya no solo se limitaba a marcar notas y acordes de un papel, ella misma aprendió junto con el muchacho a sacar sus propias melodías, sus propias notas, que surgían con un sentido especial, con un destino concreto. Melodías que tenían destino y destinatario. Para muchos se convirtió en una caricatura de lo que se cree que es una guitarra, pero ella llevaba sus pinturas de guerra con orgullo porque todas tenían un significado de lo que había sido y recorrido, de lo que estaba siendo y de lo que sabía a ciencia cierta que estaba destinada a ser. Algo que ni sospechaba cuando sonó aquel lejano crujido del árbol al caer. Su vida había comenzado cuando otras se empiezan a hacer viejas y rancias guitarras; su vida tenía un sentido que ni por asomo imaginaban sus hermanas treinta años atrás cuando llegó a las manos de aquel crío con sonrisa y cara de ilusión como un regalo de aquel que hizo de abuelo en su vida.
Sin sombrero de ala ancha pero sí con su poncho.
Sin sombrero de ala ancha pero con su poncho, cantando historias.

martes, 13 de octubre de 2009

Doce imágenes para doce historias.

En la vida y camino de cada uno, siempre se ha dicho, una imagen vale más que mil palabras; pero pocas veces nos paramos a pensar que detrás de cada imagen, detrás de cada gesto, hay una y multitud de historias escondidas. Cada historia, además, guarda un motivo por el que se pasó por allí, por el que esa persona puso un gesto de aprobación o disgusto en su cara, por el que cada uno creamos nuestra propia historia particular, ajena a la real, cada vez que nos tropezamos con esa imagen.

Os presento doce imágenes recogidas por mi cámara en distintos momentos y lugares y a su vez doce historias que pudieron ser unas y otras que me consta que lo fueron y son...



Nada pasaba por allí, la arena se mantenía virgen, calmada; pero añorante de algo que rompiese su monotonía porque la arena sabe que nació para ser alterada, modelada por una marca que transmita el tiempo que pasó.
Algo, por fin, altera su serenidad. Siente presión, una presión que da vida, no la quita, es firme, segura. Nota como la presión avanza de atrás hacia adelante: primero el talón con todo el peso de su esperado visitante, después la planta avanza hasta que uno a uno los dedos dejan su impronta en la calma de su serenidad. Después piensa, sueña la historia de aquel que por fin rompió su letargo. Porqué decidió pasear ese día sus pies descalzos por la inmensidad de la playa y le bendijo precisamente a ella, a su rincón privado, con una marca que recordará por el resto de su vida. Algo la altera. Siente como por debajo aumenta una humedad que odia; una humedad que la absorbe y la despierta de su sueño. La marea está subiendo y sabe que en unos instantes ella, su huella, la historia de quien la dejó se borrarán hasta la próxima marea baja. (Foto: playa de levante en el Puerto de Santa María).



MIL HISTORIAS EN UNA: Apenas era un brote, pero ya sabía que estaba destinado a gritar y desvelar secretos.
Cuando creció y como una rama endeble fue plantado en aquella tierra, se aferró a ella y absorbió todo el agua que le fue posible para cumplir su cometido: Ser pizarra donde se aprenden amores y desamores, ser cartel de "te quiero" y anuncio de quien por allí pasó.
La gente protestó; lo llamó vandalismo, pero él siguió erguido, orgulloso de cumplir una misión que durante siglos su especie estuvo destinada a desempeñar.
Siempre miró de reojo a los que se sentaban en su vecino de parcela; el banco incómodo de cemento, pero que con su empeño fue cubriendo de fresca sombra y haciendo más acogedor para conseguir su fin: que la gente descansase allí, que las parejas conociesen las sensaciones de los primeros arrumacos. Sabía que antes o después alguno de los huéspedes de su vecino se acercarían a él y con dolor grabarían parte de su historia. El dolor que sentía al ser arañado por la cuchilla se transformaba pronto en alegría y testimonio vivo de mil historias de almas encontradas. Algunas con el tiempo tomarían caminos separados seguramente, pero allí estará él para recordarles, cuando los años pasen, que un día María quiso a Juan, y que el 7-3-71 se juraron un amor eterno que se quedó solo en un amor de juguete. (Foto: parque Rivera de Castilla en Valladolid).




Fue breve. Duró justo el tiempo en que el sol se fue a su letargo diario.
Como cada día, la marcha de los bañistas, los hamaqueros recogiendo, el silencio que iba inundando la playa presagiaba lo que llegaba... tonos rojizos que hacían desaparecer las sombras que durante todo el día el sol había proyectado. Una explosión de sosiego, de calma, de paz... (Foto: playa de Valdelagrana en el Puerto de Santa María).







Algunas de sus rojas y viejas tejas fueron resquebrajándose más por el abandono y el tiempo que por la cantidad de pedriscos que tuvo que aguantar durante toda su larga vida.
El barro, la paja, sirvieron para hacer cada uno de los adobes que conformaron su esqueleto; un esqueleto creado para albergar vida, para dar refugio, y en otrora dar también alimento a los que antes hicieron lo propio con los huéspedes de sus entrañas. Añorante, mira en su rededor buscando semejantes que antaño plagaron las llanuras castellanas de los que la mayoría quedaron reducidos a meros cúmulos de escombro o incluso después de pasar el arado pasaron a formar parte de la tierra que sirvió para su creación. Vieron por sus caminos pasar caballerías, carros, reatas de bestias cargadas de fardos y aperos cuando el verano era verano y las vertederas, vertederas. Ahora son motores lo que escucha, grandes maquinarias modernas que le dicen que se hizo viejo; viejo, pero al igual que cuando fue creado, en sus entrañas, sigue creando vida. (Foto: palomar en Tordehumos; Tierra de Campos, Valladolid)





Ondean al viento. Representan gente, pueblos, ideas, esfuerzos, pero por azar y voluntad del viento, por unos instantes, todos se mueven en una misma dirección. No existen las fisuras diarias de ideales, creencias, políticas... todas ondean y blanden sus espíritus en una misma dirección. Esta vez han dejado aparcadas las distancias y todo lo que les diferencia y como ejemplo al mundo aunan sus ondas ante el mismo soplo de viento, de vida. Son cinco, pero si fuesen cinco mil también harían lo propio: ondear y mirar todos en la misma dirección.
Lo que no logra el Poder del hombre: que todos dirijan sus esfuerzos y sus movimientos en la misma dirección, lo consigue un simple soplido del viento.
"Dadme una palanca y moveré el mundo": dijo un hombre. Dame un soplo y moveré a los hombres, dice el viento. (Foto: playa de Valdelagrana)









Pausado, con ritmo cansino, apenas sin corriente, recorre y baña las áridas tierras para refrescar y dar vida.
Surca las veredas de los pueblos por un camino que en su día le marcaron; no es su voluntad la que impera, pero sin embargo encuentra aliados en su propia estirpe: la naturaleza.
Todo a su alrededor es vida, lo que antes era yermo brota con coloridos inusitados y busca el frescor de sus aguas. Los chopos, por él, ya no miran al cielo, se reclinan ante quien les da vida, les brinda la oportunidad de subir buscando las nubes pero sin declinar su genuflexión ante su señor. El no pidió estar donde está, sin embargo, todo lo agradece en silencio dando frutos hasta donde abarcan su manos, dando vida. (Foto: canal de castilla a su paso por Medina de Rioseco, Valladolid)



Nadie le mira, y por ello es feliz. Pasa desapercibido para casi todo, menos para un "ojo" que descubre en su figura la belleza de la inocencia. Él no conoció su patria; su patria son ahora unas chanclas y una pelota que va y viene contra la pared y que agradece cada patada que recibe para lo que fue fabricada volviendo a su pie y a su chancla.
Cada día que pasa le separa un poco más del continente del que lleva su sangre. Tal vez sus padres muchas veces sueñen con volver, pero él no, él siempre será feliz pensando en sus chanclas y en su pelota. (Foto: paseo marítimo de Valdelagrana)












La inocencia y el cariño no conocen distancias. Un abrazo que es bienvenida, cariño, afecto y sobre ello protección. El mayor protege al pequeño. Llevan la misma sangre, los mismos apellidos y eso hace que sin darse cuenta, sin ser conscientes de ello, algo que no conocen cree un campo magnético que les hace echarse de menos cuando no están juntos y hacer fiesta cuando el tiempo les vuelve a reunir. En ese momento desaparece la relación de hermano con hermano, la familia se hace inmensa como sus corazones en cada juego que comparten y en cada discusión que al contrario que a los mayores les hace apretar lazos, porque una riña entre niños se olvida a la vuelta de la esquina: ¿para qué sirve sino?. Los mayores no lo entienden y se limitan a mirar cada uno en una dirección cuando algo les hace tropezar entre ellos. Los niños no, entre ellos se juntan y el mayor protege al pequeño, aunque ni siquiera sea su hermano con un simple apretón de mano.


Su mente estaba cerrada, y se asomó a la ventana para intentar despejarla.
No, no podía ser, sus ojos estaban tan cerrados como su mente.
Intentó abrirlos más, y más, y más... Sin embargo la nitidez no llegaba a su retina, todo se veía envuelto en una espesa confusión que no le dejaba ver más allá de su propia nariz.
Se lavó la cara, frotó una vez más sus ojos intentando buscar una luz en ellos, pero su mirada se negaba a avanzar, a abrirse paso entre la realidad.
Una caricia en forma de beso le despertó; abrió los ojos y allí estaba ella: su amor. Con un solo gesto había desaparecido la niebla.



Llevaba prisa, llegaba tarde. Él, el hombre más puntual del mundo estaba apurado porque por primera vez en su vida no llegaría puntual a una cita.
Tropezando con la gente se iba abriendo paso; "perdón, llego tarde", decía excusando cada tropiezo y cada empujón.
"No puede ser, ¿cómo es posible que me pase esto a mi?, ¿qué pensará la gente a partir de ahora?, nadie se fiará de mi exactitud": Todas estas preguntas se iba haciendo mientras abanzaba por la calle Sierpes.
Por su cabeza corrían, tanto o más que él, cien mil escusas que dar a sus clientes, siempre con la delicadeza y cuidado de no afear una reputación que tantos años le había costado labrar no solo a él, sino también a su padre y a su abuelo de los que siguió los pasos.
Por fin, sin apenas aliento llegó a su destino. Nadie esperaba, al menos nadie que pudiese haberle echado de menos; sin embargo a él eso le daba igual porque su prisa no se debía a ningún cliente apresurado, su prisa solo cumplía un objetivo: llegar a tiempo para que ninguno de los relojes de su tienda se parasen por falta de cuerda. (Foto: Relojería en la calle Sierpes, Sevilla).



En las casas, poco a poco, van desapareciendo las luces. Cada vez más ventanas cierran sus ojos y con ellos abren la ventana a los sueños de sus ocupantes. Hace años, cuando llegaba la noche, decían que la ciudad dormía, pero ahora no. Sus gentes duermen, buscan el descanso reparador necesario para seguir avanzando en sus quehaceres en la siguiente jornada, pero ella no.
Tras toda la vida guardado silencio, manteniendo un absoluto mutismo cuando sus creadores dormían, ella se reveló y decidió que no quería seguir siendo quien durmiese al lado de sus dueños, que necesitaba estar despierta para no perderse ni un solo movimiento de aquellos que aliándose con la luna empezaban a vivir cuando el astro sol se escondía.
Las luces se transforman, en un intento de retar a la naturaleza, la noche luce sus mejores colores vestidos de neón para gritar a los cuatro vientos: la ciudad no duerme. (Foto: Hospitalet de Llobregat)


Para muchos es incomprensible, una frivolidad, un escape sin sentido...
No, la tecnología nos da las herramientas, nosotros somos los que hacemos uso de ellas.
Erase una vez un chat en donde todos los días, fieles a su cita, iban juntándose un grupo de personas. Escondidas todas detrás de un disfraz que, con el tiempo, descubrías que como todo en la vida, también tenían su razón de ser. Poco a poco la gente se fue quitando las máscaras y descubriendo sus miserias, sus alegrías, sus ilusiones: sus vidas.
Vidas que esconden, como sus disfraces, momentos amargos en busca de alguien con quien compartirlos; risas y alegrías que se crecen con la carcajada del prójimo. Y todo ello, las risas, los llantos, las ilusiones, las alegrías, las miserias, llegaban a casa a través de la pantalla que, como un miembro más de la familia, nos contaba sus historias conocidas a través de la red.

martes, 6 de octubre de 2009

Empezamos a caminar...

Aunque mi camino empieza allá por marzo de 1971, este camino en concreto quiero que comience más tarde, solo unos pocos años después, allá por septiembre de 1982. A partir de ese año mi vida toma un rumbo nuevo; salgo de "las faldas de mamá" (con lo a gustito que se estaba entre ellas), y comienzo a estudiar fuera de casa; no mucho, aún era pronto y bien por tradición, más por darme una educación en condiciones, entro en el seminario de los Agustinos Recoletos (osea, el San Agus para los amigos) de Valladolid. "¡Dios mio, que ¿fuiste seminarista, tú, Juan?, no fastidies!" diréis algunos de los que me conocéis que aún no lo sabíais... pues sí, nunca lo he ocultado y es más, cuando ha surgido la posibilidad lo he contado sintiéndome orgulloso que además de la educación que recibí en mi casa, esa fue la siguiente escuela que marcó mi vida. Algunos diréis que, conociendo facetas mías más mundanas y frívolas, no cuadra, pero sí, como se suele decir: "yo iba para cura", jajaja, aún me da la risa de ver la cara de alguno. El caso que tres años allí en Pucela y otros dos en Lodosa (Navarra) pasé entre clases, rezos y otras muchas cosas ajenas y lúdicas que nada tienen que ver con la imagen del personal de lo que realmente es un seminario. Además de conocer sitios, gente, y otras muchas cosas, los recuerdo muy gratamente; sí, cierto, también hubo sus ratos no tan gratos, pero para eso tenemos un cerebro tan espabilado que esos los deja pasar y se queda con los mejores (o al menos el mío funciona así, supongo porque yo quiero que así sea). Durante esos años lo que más hago es deporte, sobre todo atletismo y balonmano, llegando incluso a destacar en alguna de la modalidades. Es curioso ver la primera foto que encabeza esta entrada en la que digamos estoy un tanto "escuchimizado" y cómo después se ve una rápida evolución que a la larga, sin esperarlo, me trajo alguna complicación inesperada que ya sacaré a colación cuando llegue el momento. Eso sí, donde más disfrutaba era en el campo; siempre dije que fui flor silvestre, como las amapolas, y si había un sitio o algo que realmente me divertía era en las marchas que hacíamos y sobre todo, cuando ya estaba en Lodosa, por la sierra de Urbasa y esa subida ya tradicional a Montejurra (monte representativo para los carlistas). Otra de mis grandes aficiones: participar en las veladas y representaciones que o bien se preparaban con múltiple ensayos o se improvisaban "de aquella manera" como vereis en las fotos. El caso es que esos años nace la inquietud que casi treinta años después me lleva a comenzar a escribir en un blog: trabajar con niños y jóvenes. Y fue entonces cuando realmente comenzó "mi camino"...



Por cierto, perdonad que las fotos no se vean bien, ya que además de viejas la definición del escaneo no ha sido la que yo esperaba, pero se supone que si pincháis sobre ellas se abrirán mucho más nítidas (la del encabezamiento es la de la clase de 6º de E.G.B en el curso 82/83)



Aunque no lo creáis, recién llegado, nos hicieron una prueba de voz y me escogieron para el orfeón del seminario. Soy de la fila de abajo el tercero por la derecha. (Curso 82/83)


Selección de 8º de E.G.B del seminario de balonmano (Curso 84/85)



Equipo de lanzamiento de peso del seminario


Mi confirmación en Lodosa con Monseñor Cirarda el 17 de Mayo del 87



Todos los seminaristas que nos confirmamos ese año.



Visita de mi familia cuando cumplí 15 años



Lo celebramos en el campo: qué buena la tortilla y la empanada
que preparó mi madre para la ocasión.



Un martes Santo en el Monasterio Cisterciense de
Dueñas (Palencia), año 1987.



Velada en Arbeiza (Julio del 86) fijaros en el de el jersey a rayas
con el pañuelito en la cabeza.


Ya veis, como dije me encanta actuar, jajaja. (Julio del 87)



Camino de Montejurra (Julio del 87).



Todo el grupo junto a la capilla que se encuentra en la cima de
Montejurra (Julio del 86)



Velada final del campamento de julio del 86. (No siento las piernass).



En la habitación de mi hermano en Marcilla (Navarra)