lunes, 27 de abril de 2015

REGALOS DE LA VIDA: LA AMISTAD



            Todos hemos oído alguna vez eso de “la familia no se elige, los amigos sí”. Y aunque en cierta manera es una gran verdad, esta opción no deja de estar dentro del bucle que es nuestra vida, el boomerang o como un físico lo expresaría: la relación “causa-efecto”.

            Ese bucle, esa causa-efecto, creo que están directamente relacionados con algo que en varias ocasiones he hecho hincapié: la educación y la “herencia” que recibimos de niños por parte de nuestros padres y de los estímulos que nos van llegando; y es que todos esos factores hacen que creemos nuestros propios “filtros” a la hora de escoger a la gente que queremos nos acompañe en nuestro camino de la vida.

            “No fastidies”, diría alguno. “¿Cómo es eso? Toda la vida pensando que soy yo quien elige a esas personas y no mis padres ni mis maestros ni toda la parentela y vas tú y me dices que eso tampoco lo elijo yo libremente”; y así lo afirmo porque es cierto que la decisión final es nuestra pero para tomarla tenemos en cuenta ciertos criterios que vienen dados de  más atrás: la educación recibida; y esta elección no es tanto en gustos, porque un hippie realmente puede hacerse amigo de un heavy, sino por el fondo porque en la amistad siempre se ve más allá de lo que captan nuestras retinas.

            Por supuesto que con los años y la madurez somos nosotros mismos los que vamos refinando esos criterios, los que la criba que utilizamos en nuestra niñez la convertimos en fino tamiz que solo preserva la esencia de lo que queremos que sea una auténtica amistad, pero dice el refrán que “quien tuvo retuvo” y es que la esencia, el poso que originó nuestra definición propia de amistad se mantiene a lo largo de toda nuestra vida.

            Todos los que tenemos cierta edad recordaremos de nuestra época de estudiantes nuestros archivadores y carpetas rellenas de frases y dedicatorias escritas por nuestros compañeros y amigos de aquel tiempo, os aseguro que yo las conservo todas. La gran mayoría, leídas hoy, contienen tal ñoñería que nos hacen ruborizar y pensar en lo críos e inocentes que éramos, aunque en aquel momento esa frase: “los amigos son como los taxis, cuando hay mal tiempo escasean” cobraba un significado de fidelidad y de unión eterna. Esas carpetas con las nuevas tecnologías se han convertido en los muros de nuestras redes sociales y con escribir en cualquier buscador “frases de amistad”, te encuentras con miles de ellas igual que te puedes encontrar con miles de personas, pero sí es cierto que contando con un poquito de tiempo, muchas de ellas se convierten en fiel reflejo de alguien en concreto que fue, es o será nuestro amigo. Me gustaría compartir alguna de ellas con vosotros.

            “Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere” (Elbert Hubbard, ensayista estadounidense, 1856-1915). Porque es cierto que un auténtico amigo se convierte en confesor de todo tu yo, no solo de lo que te ocurre, sino también de lo que piensas y sientes, por muy retorcidos que sean esos pensamientos, sigue llamándose Amigo tuyo.

            “El que busca un amigo sin defectos se queda sin amigos” (Proverbio turco).  Y es que cuando hablamos de amistad no podemos pensar en un canon como hacían los griegos con la belleza. La amistad no entiende de perfecciones, porque quien busca una amistad perfecta se pasará la vida solo.

            “Los verdaderos amigos se tienen que enfadar de vez en cuando” (Louis Pasteur 1822-1895). ¿Quién tendría valor de asegurar que nunca se enfadó con un amigo? No creo que nadie pueda aseverar tal afirmación, pero también es cierto que cuando esa amistad es real la reconciliación sirve si cabe para afianzar más esa amistad, sin tener en cuenta el tiempo o la distancia que haya provocado ese enfado.

            “La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad” (Sir Francis Bacon (1561-1626). Todos hemos reído y llorado alguna vez con un amigo. Muchas de esas veces mientras escuchábamos llorar nos hemos sumado a esa pena y llorado con nuestro amigo y eso ha hecho que la pena se haga más llevadera y la alegría más completa.

            “A veces, sin darnos cuenta, disfrazamos de amistad, incluso de amor sentimientos de soledad y frustración. En esas ocasiones es necesario abrir los ojos y valorar lo que nos alejó de lo nuestro y nos acercó a lo ajeno para tomar decisiones que aunque duelan son las correctas”. Termino con esta frase de mi cosecha que me acaba de pasar por la cabeza pensando en las veces que abrumados por los malos momentos que nos toca vivir nos agarramos a alguien como tabla de salvación. Realmente esa persona que nos auxilia, nos cobija y comparte con nosotros nuestros sentimientos y frustraciones se transforma en un amigo de verdad, pero también es cierto que en ocasiones se convierte en un peligro que hace que el ser consecuente pase a un segundo plano con tal de sentirte a gusto.

            Recibid un fraternal saludo y un apretón de mano izquierda.


            Juan J. López Cartón.

lunes, 20 de abril de 2015

OPTIMIZANDO RECURSOS


            Esta semana una Fundación, loable en todos sus aspectos por el fin que persigue, ha propuesto el incluir la asignatura de Educación Vial en los programas curriculares de los centros educativos. Por si alguno no entiende eso de curricular le diré que significa que se evaluará como cualquier otra asignatura de toda la vida: matemáticas, lengua, ciencias… Esto dicho así queda muy bien pero manda narices que algo, que somos los adultos los primeros y únicos responsables de con el ejemplo enseñar a nuestros hijos, tengamos que pagar (la educación la pagamos entre todos con nuestros impuestos), cuando si nosotros actuásemos cívicamente en todo momento nuestros vástagos tomarían nota y seguirían nuestros pasos.

            La cuestión es que desde hace mucho tiempo yo, que como he mostrado en diversas ocasiones soy un “egebeero” de los que considero que el sistema educativo actual deja mucho que desear por diferentes motivos; la mayoría de ellos no achacables al profesorado, y como católico convencido y consecuente que vive con los pies en el suelo, este bendito suelo del S. XXI que nos ha tocado pisar, hay cosas  que no debemos obviar y como digo, por nuestra supervivencia y la de la propia Iglesia es hora de plantearnos cambiar por duro y radical que parezcan.

            Está claro que la enseñanza en los colegios debe evolucionar y avanzar con los tiempos, y dentro de esa evolución hay un punto que despierta muchas controversias hoy día. El momento sociopolítico que vivimos junto a la situación “socioreligiosa” que se está alcanzando con una gran migración hacia la “autoreligión” me dan que pensar en que un tema como la religión en los colegios es tema a tener muy en cuenta y en el que la Iglesia debe dar un paso de calidad al frente y reconocer que hay cosas que tienen que afrontarse y cambiar radicalmente.  
         
            Imagino que muchos ya habéis imaginado a dónde quiero llegar: La Iglesia de hoy día debe asumir y poner los medios de reforma y renovación para que la educación religiosa reglada, como la conocemos hoy día, salga de los centros escolares públicos.

            Muchos de los que lean estas líneas estoy seguro se preguntarán en base a qué afirmo esto, y cómo me puedo declarar católico convencido y comprometido mientras hago esta afirmación. Por supuesto no soy de tirar la piedra y esconder la mano así que me gustaría, como siempre, que conozcáis los argumentos en los que baso mi opinión que como siempre ni pretende crear cátedra ni nada que lo parezca, sino solo que abramos nuestras mentes a otras opiniones que por ser contrarias no tienen porqué estar equivocadas.

            Mis argumentos son varios, aunque todos basados en algo que el propio Papa Francisco está pregonando y es que la Iglesia tiene que ponerse el traje de faena y mancharse realmente, bajar de los altares y conocer la realidad que existe hoy día de primera mano con todas sus consecuencias.

            Como ya dice el artículo 16.3 de la Constitución Española de 1.978: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Este artículo deja claro que en nuestro país todas las religiones tendrán el mismo trato por parte de los poderes públicos, con lo cual nos encontramos que en nuestros centros escolares tendrían que tenerse en cuenta todas las religiones por igual, cosa que no ocurre con la disculpa de minorías y ratios.

   La Iglesia española, en sus memorias anuales (datos del año 2012 www.conferenciaepiscopal.es/index.php/la-iglesia-en-espana), publica sus estadísticas de bautizados (34.496.250), parroquias (22.859), sacerdotes (19.055), religiosos (46.311), no así, al menos no lo he encontrado, con los profesores de religión que según otras fuentes se estima en unos 13.000. ¿Por qué ese olvido si es tan importante el mantener la educación de la religión católica en los centros escolares públicos? Sí, cierto, las competencias de educación son propias de las C.A. y la nómina de estos profesores las paga la Administración junto con el resto del personal docente. Los profesores, en gran número, tienen una cualificación cuanto menos dudosa si bien reciben formación por parte de la Diócesis correspondiente y esta afirmación la podemos comprobar en cualquier momento preguntando a cualquiera de esos niños a los que sus padres les apuntan a clase de religión. ¿No sería más cristiana una educación en valores y en conocimiento de todas las religiones sin ser excluyentes? Jesús nunca lo fue, y nosotros, que nos jactamos de ser sus seguidores, nos limitamos a conocer lo nuestro y formar una coraza para que nada ni nadie la atraviese porque tal vez el conocimiento suponga una auténtica libertad de opción. ¿No resulta ya una descarada dejadez a la hora de educar a nuestros hijos el echar el muerto a otro para que haga lo que yo debo hacer?

            En varias ocasiones, cuando hablando de este tema, hermanos católicos me han referido al Concordato firmado por el Estado Español y la Santa Sede para justificar esta “alianza”, pero nadie piensa en que este Tratado se firmó en el año 1.953 y todos recordamos quién mandaba entonces en España. Si bien la Carta Magna del 78 afianzaba a España como democracia revocando las leyes que este mismo mandatario había impuesto en gran medida para “retocar” la constitución anterior del año 1.931, ¿por qué nunca se ha actualizado ese Tratado con el Vaticano?

            La Iglesia debe ser la única responsable en esa educación religiosa de nuestros hijos y de nosotros adultos en nuestras Parroquias; claro que eso supondría trastocar la tranquilidad de muchos párrocos no sólo por aumentar sus responsabilidades, sino también porque supondría tener que abrir del todo las puertas de unos edificios en demasiadas ocasiones infrautilizados, pero creo que esa sí sería una auténtica educación en materia de religión católica.

            La financiación de la Iglesia Católica Española, algo demasiado en entredicho con la que está cayendo, también debería de revisarse, y si esta está asumiendo responsabilidades que le corresponden al Estado, que el coste de esas responsabilidades sean las que cubra el Estado, y que lo que aportamos con la X en la declaración de hacienda sea realmente repartido en consecuencia huyendo de boatos innecesarios y predicando con el ejemplo en esa austeridad porque “la mujer del Cesar no solo tiene que ser decente, sino también parecerlo”. ¿Es razonable que nuestra Iglesia tenga que asumir esa labor de cuidado y tutela del necesitado de la que debe ser responsable el Estado y no asuma la labor y responsabilidad de educar de verdad en nuestra propia religión?

            Podría seguir escribiendo, pero creo que ya he dado suficientes puntos de reflexión para que aunque no se esté de acuerdo con lo que expongo, sí intentar ver el prisma desde otra cara. Un necesario despertar a un tiempo en el que entre bostezo y bostezo se nos va pasando el día y llegando de nuevo la hora de dormir sin que al final hagamos nada para que nuestra Iglesia de verdad llegue a la gente y dé motivos de hacer que “las ovejas descarriadas vuelvan al redil”, un redil acogedor y atrayente porque el alimento que allí se recibe es realmente atractivo.

            Recibid un fraternal abrazo y un apretón de mano izquierda.


            Juan J. López Cartón.

lunes, 13 de abril de 2015

LA SONRISA DEL DOLOR



            Una de esas frases hechas de toda la vida es aquella de “el destino es muy caprichoso”. Estas palabras, escuchadas e incluso dichas tantas veces por todos nosotros, siempre han dependido del contexto en el que nos encontrásemos para expresar favores o desgracias que nos van llegando.

            Este fin de semana, el sábado, participé como voluntario y fotógrafo freelance en el II Trail de Benamahoma. Mientras los participantes iban pasando y a la vez “posando”, unos más espontáneos que otros para mí, me vino a la cabeza de qué escribiría hoy; y es que conociendo la tremenda dureza, y a la altura en la que estábamos de la prueba, con un tramo tan técnico, era sorprendente como veías sonrisas que respondían en medio del sufrimiento y del dolor físico a nuestros jaleos y ánimos para ellos.

            No a mucha distancia de allí, en Villaluenga, sé que había alguien que, por ese caprichoso destino, sufría otro dolor más fuerte, más demoledor y más ingrato como es el dolor del alma y del corazón roto. Un dolor que justo una semana antes era yo el que, parado en la puerta de su casa mientras cargaba con el Nazareno, recordaba en la memoria del tiempo a alguien igual de querido para mí. Habría que añadir en estos casos cuán caprichoso y cruel es el destino a veces.

            Aun así quiero volver a la sonrisa, al guiño, a la mueca que alguien, hace ya muchos años, me inculcó y me enseñó. Ese alguien era un maestro que tuve cuando solo lucía mis inocentes ocho años: Don Manolo. Sí, porque entonces a los maestros (no profesores o docentes que gusta utilizar hoy) se les trataba de usted como muestra de respeto y admiración; porque ser maestro era realmente una vocación y los alumnos veíamos un ejemplo a seguir en esa persona, no simplemente a alguien que nos enseñaba.

            La cuestión es que Don Manolo, gallego con media vida en Valladolid, tenía un don: cual flautista de Hamelin utilizaba la música, fuese la gaita, fuese la guitarra o la armónica, como parte de su método de enseñar y educar a esos mozalbetes que pasaban por sus manos. Y recuerdo que con esa edad murió mi abuela Ramona. Yo que la quería como se quiere a las abuelas, las abuelas de antes que poseían la magia de hacer que las quisieras por muchas veces que te arreasen con la zapatilla o el bastón, con la que aprendí “las letras de la cartilla de Paláu”, cuando llegué al colegio después de un par de días sin ir, me encontré con el abrazo de aquel gran hombre y como sólo él sabía hacer, arrancó a golpe de raspeo a las cuerdas de su guitarra, una sonrisa de este por aquel tiempo imberbe niño. Ese día creo que fue cuando quise aprender a tocar instrumentos, y unos meses después abrazaba mi primera guitarra que aún hoy continúa conmigo y de la que ya hablé hace años en mi blog.

            Con ese gesto me enseñó algo que después, años más tarde, llevé a la práctica y era que un corazón roto, un dolor inhumano muchas veces, es capaz de sobreponerse y sonreír al viento, al cielo o al horizonte sobreponiéndose a lo peor.

            Otra historia me viene a la cabeza que le pasó a Don Bosco y que cuenta en su libro “Historias del Oratorio” en la que un muchacho, huérfano él, que se ganaba la vida de albañil y de lo que hiciera que se pudiera llevar un mendrugo a la boca, un día el sacristán le cogió en la calle para que hiciese de monaguillo a Don Bosco. El muchacho cuando le dijo a éste que no sabía, porque nunca pudo ir a la escuela ni a nada que no fuese trabajar y sufrir, tuvo que aguantar en su cabeza rapada los palos que le endiñó el antipático sacristán. Cuando el sacerdote lo vio le llamó y le preguntó que qué sabía hacer y ante la respuesta negativa del muchacho a todo, sólo sonrió cuando le cuestionó si sabía silbar; y es que el muchacho, la única manera que tenía de alejar sus penas era esa, el simple silbido.

            En un mundo en que para los ciudadanos de a pie nada parece que se nos ponga fácil como si de una carrera de fondo se tratase, hemos de ser capaces de sonreír ante la adversidad y cuando todo parezca que se tuerce, tararear aquella canción que siempre nos hizo reunió o lanzar al viento nuestro silbido porque allá, en alguna parte, alguien nos guiñará un ojo y nos dirá “ánimo, sigue avanzando en tu camino que yo voy contigo”.

            Recibid un fraternal abrazo y un apretón de mano izquierda.


            Juan J. López Cartón.

lunes, 6 de abril de 2015

ERAS ÚNICO


Eras único. Esta frase seguramente suene a demagogia, una palabra que a ti te suene a chino, pero es la verdad, Yayo, eras único. En estos días hemos hablado muchos ratos, tal vez más de lo que hablamos en toda nuestra vida juntos porque los dos sabemos que nuestra relación padre-hijo nunca fue un ejemplo como tal, aunque sí lo fue de respeto y de muestra de seres civilizados.

Nuestras discusiones, muchas veces subidas de tono, fueron abundantes, pero los dos sabemos que todas se cerraban con un abrazo, y que cuando te has ido habíamos dejado todo zanjado, atado y bien atado, y todo claro. Cada uno teníamos nuestro carácter y tal vez, por ser tan iguales, chocábamos tan a menudo. Nunca hablábamos de nosotros, de nuestras vidas, mama era la que me ponía al corriente de tus males, de tus ratos jodidos que los dos sabemos que también eran suyos.

Eras único, y eso lo demuestra que yo, y eso sí te lo pude decir en varias ocasiones que, si soy como soy y estoy orgulloso de ello, es porque en ti he visto siempre un espejo en el que mirarme; a la hora de educarnos, a la hora de no tener nada tuyo, de  compartir todo lo que tenías, de abrir la puerta de tu casa a todo el mundo, a la hora de ver en ti un ejemplo de trabajador. Cómo te dejabas la piel y también la salud en todo lo que hacías, y me siento orgulloso de que esa herencia me la hayas dejado. Nos decías a mí y a mis hermanos que no fuésemos tan brutos, que nadie nos lo iba a agradecer, y a ti… ¿quién te lo agradeció?

Se acabaron tus voces, todos sabíamos que no pasaba nada pero tu voz era la que se oía cuando hablábamos. Se acabaron tus risas, sonoras, en las que si no eras tú el que reía eras el que en todo momento estabas dispuesto a hacer reír, y tantos momentos de esos me vienen ahora a la memoria. Se acabaron los bailes, que sin poder hacías.

Tu carácter a todos nos trajo malos tragos, sí, era un carácter tuyo, de Castilla, como siempre alardeaste. Eras castellano de pura cepa, siempre fuiste de frente y eso no siempre cayó bien a todo el mundo, pero tú eras consecuente con tu vida, con tu forma de ser y contigo mismo, tú eras tú, y eso es lo que conquistó a todo el que te rodeó. No hacía falta tratarte mucho tiempo para saber cómo eras, te mostrabas desde el primer segundo tal cual, sin intentar esconder tu carácter; no, no servías para diplomático… otra herencia,  ¿verdad?

Nunca terminaste de aceptar mi decisión de venirme a Cádiz, y otras muchas que tuve que tomar, pero aun así las respetaste; en eso también fuiste maestro: en el respeto. Nos enseñaste a respetarte como padre y como persona, porque en ti es lo que veíamos, aunque estuvieses comiéndote por dentro… nos respetaste en nuestras opciones y siempre estabas ahí para recoger los trozos en las muchas veces que nos equivocamos.

Eras cumplidor en todo en la vida, en tu forma de ver la religión también. No eras un capillita, eras de la vieja escuela como decías tú, y te limitabas a  cumplir con tus obligaciones de cristiano: tu misa de domingo, o de sábado tarde, tus oficios de Semana Santa, con tu confesión el Viernes Santo… Ibas a misa porque así lo habías mamado y eras de misa de domingo y fiestas de guardar y sin embargo, sin darte cuenta, eras un cristiano de verdad, un Cristiano con mayúscula, de sentir lo que hacías cuando en la mesa bendecíamos la comida y eras tú, como maestro y padre, quien nos partía el pan a todos; y ahora, ¿quién partirá el pan cuando nos juntemos todos en casa; quién ocupará la cabecera de la mesa, como el Maestro en esa última Cena?

Se te partió el corazón y sería imposible decir por dónde exactamente, porque si algo tenías más grande que tu fuerte carácter, era tu corazón. Un corazón marcado por muchas heridas que siempre fuiste, de alguna manera, capaz de cerrar. Un corazón que siempre trató de ser conciliador y reconciliador, un corazón pacificador. A cuanta gente has dejado sola, y sabes que no me refiero a mama o a nosotros tus hijos; me refiero a todos aquellos para los que eras la única persona que les quedaba, aquellos a los que todos dieron la espalda y al único al que se agarraban era a ti, la única persona que les respondía, en cualquier momento o situación era Yayo, ni sus hermanos, ni sus primos ni nadie, solo Yayo estaba ahí.

Las cosas se hacían a tu manera y tu despedida también fue a tu manera; de repente, sin prólogos, si había que marchar…. se marchaba, que el camino hay que andarlo y en eso también eras único, porque marchaste con el alba, como cada viaje que hacías; buscabas el día, hacía tiempo que dejaste atrás la noche: trabajar de noche, viajar de noche… hacía tiempo que dejó de gustarte, y hasta tu marcha ha sido así, buscando el día, a pesar que aquí nos dejaste una penumbra repentina a la que sabemos tú sabrás poner esa luz que nos guíe.

Te saliste con la tuya, papa, querías terminar tus días en la tierra que te vio nacer y esa misma tierra es la que ahora, antes de lo que queríamos todos, te rodea, calienta tu cuerpo frío. El pueblico que anhelabas que viese pasar tus últimos días no pudo disfrutar de ti, solo tú vas a poder disfrutar de él por toda la eternidad.

Desde allí arriba te pido solo que mires por mama. Ella es la que después de cuarenta años juntos más te echa de menos. Yo no puedo hacer mucho con tantos kilómetros por medio, pero tú sé que sabrás hacer que me sienta a su lado, que sienta mi apoyo de hijo, el apoyo que ella necesita para salir adelante.

Si hay algo que me duele tanto como tu marcha es no poder responder de forma sensata a la pregunta que todos, pero sobre todo mama, nos estamos haciendo una y otra vez estos días, una pregunta que machaca, buscando la respuesta en el cielo junto a ti, una respuesta imposible: ¿Porqué te tuviste que ir?

Sólo hay una certeza que me reconforta en estos días, y digo certeza porque si Dios es padre y es Justo, y tengo esa seguridad, sé que has entrado por la puerta grande a su casa, y que ahora mismo ya estarás preguntando qué es lo que hay que hacer, qué es lo que hay que arreglar, y junto con Miguel se habrán echado a temblar, viendo a los dos mano a mano preparando masa para tapar algún boquete o alguna chapuza que entre los dos seguro que arreglaréis. Miguel ya no va a estar solo, se ha llevado a su compañero de chapús, tal vez sea el único que haya salido ganando con esta pérdida y bueno, el Cielo también nos ganó la partida, porque se llevó lo mejor de mi casa, lo mejor de mi madre, lo mejor de lo mejor porque papa, Yayo, tú eres único y aunque ya no estés con nosotros, siempre serás único. Papa, padre, te quiero.


…(Agosto de 2005)
            Han pasado cuatro meses y con la vuelta a casa, durante un mes, me he vuelto a encontrar contigo. No sabía como reaccionaría, qué sentiría, qué descubriría, y sin embargo todo ha resultado como esperaba y como deseaba: he respirado tu presencia en tu ausencia.
            Entrar en casa fue el primer paso; encontrar tu vacío, ahora que ya tu marcha está asumida, me daba miedo. Quería sentirte y darte el abrazo que año tras año daba por terminado el viaje hasta casa pero no sé, no lo eché en falta. Fué como si la casa entera, en tu nombre, me diese la bienvenida. La última vez que salí de allí fue para decirte adiós y sin embargo, con mi vuelta ha sabido a un “hasta luego”.


…(Abril de 2015)
            Diez años después de escribirte por tu inesperada marcha vuelvo a hacerlo para terminar esta carta que jamás hubiese querido tener que empezar. En la distancia del tiempo releo lo que escribí y me reafirmo en cada palabra de entonces, algo que me da sosiego porque significa que sigo sintiéndote y añorándote. Hoy, lunes de Pascua, doy por terminada mi particular Semana Santa de este año escribiendo las mismas palabras porque realmente estaban, están y estarán vigentes por siempre: Yayo, eras único.



Juan J. López Cartón, en Villaluenga del Rosario un 6 de abril, diez años después de tu marcha.