Tras
la resaca, pasados los calambres y el
cansancio de los corredores (alguno quedará seguro), quisiera hacer una breve
crónica de la UTSB 2016 desde la visión que da "la
distancia de una mesa por medio": el voluntario.
Cuando
a alguien se le ocurre organizar cualquier carrera; más o menos larga, más o
menos técnica, en fin: cualquiera, precisa de una ingente cantidad de personas
para que aquello funcione y salga bien. En el caso de las que transcurren por
el campo y la montaña a todos, de una
manera u otra nos une una cosa: el amor a este medio y al deporte. No todos,
como es mi caso, hemos nacido para competir; nos conformamos con disfrutar de
los paisajes y de las maravillas que nos brinda la naturaleza haciendo rutas,
otro tipo de actividades o simplemente paseando y cuando llegan estas ocasiones
nos decidimos a dar nuestra versión y nuestro trabajo en forma de voluntarios.
Alguno
de los corredores me conocen y están acostumbrados a verme, además, con la
cámara en ristre en cualquier recoveco de las carreras que organiza
Naturaventura S.C. en las que componen la Naturaventura Trail Series, pero en
esta gran prueba que es la UTSB siempre opto por echar una mano al Club Tritón
como parte del avituallamiento de Villaluenga del Rosario, sobre el que me voy
a centrar en esta crónica.
Los
días previos, al igual que a los corredores, también a nosotros nos coge el
pellizco en el estómago. Somos conscientes del peso que soportamos a la hora
que todo salga como tiene que salir y lo que es más importante: sin
incidencias. Cualquiera de estas pruebas lleva meses de preparación: buscar
financiación, repasar el trazado palmo a palmo y cuando se aproxima la fecha
hay que patear de nuevo todo para balizar, organizar los distintos
avituallamientos, los grupos de voluntarios con los que puede contar, dónde
montar cada operativo necesario… en fin, una cantidad de cosas que si bien los
corredores agradecen, muchos no son realmente conscientes que con su
inscripción están pagando cosas que ni se imaginan a las hay que hacer frente (No
olvidemos que todo ello después de la prueba también hay que desmontarlo).
Durante
la tarde llegaron desde Churriana el grupo de voluntarios del Club la Verea,
viejos conocidos ya de esta prueba y hermanos del Club Tritón. Dio tiempo a
darles la bienvenida como merecen e incluso a calentar motores tomando un vino
de la tierra que trajeron y ayudarles a instalarse, buscando leña, en la casa
que haría las veces de su “punto de reunión”. Qué grandes Nieves, Nani, Susana, Baldu, Mati, Luis, Encarni, Paco, Carlos, Marga, Roberto... todos, todos ellos.
La
cuestión es que antes que sonasen los trabucos en Prado del Rey anunciando la
salida animada por el gran Chito, en Villaluenga ya algunos estábamos a la
puerta de la caseta municipal esperando que empezasen a llegar los participantes.
Este año el montaje del “tinglao” ha estado un poquito más apurado porque a
diferencia del año pasado, éramos menos gente. Se echó de menos a Pablo,
Andrea, Ágata, José Luis… pero aún así todo estaba listo para que a las 22:30
llegase Omar Valle y aunque fugaz, su visita se viese compensada con lo que
necesitaba en ese momento. Tras él llegaron José María Espinar, José Manuel
Naranjo, Rafael Romero… y así, ya en continuo goteo, chorreo y avalancha de corredores.
En lo que a mí respecta, solo hice pequeños lapsus para el "vicio" y por
supuesto, porque no lo pude remediar, sacar alguna foto de mis sufridos amigos
José Antonio, Nito, Dani, Juande, Alba que corría la bandolerita… todo lo demás
fue llenar bidones, vasos, servir agua, isotónica, caldo… y sobre todo dar
gritos de ánimo para la gente que iba llegando, porque si bien los primeros se
salvaron y solo sufrieron niebla arriba en los Llanos y El Boyar, la gran
mayoría tuvo que soportar agua, ventisca, aguanieve, barro… como diría Rambo… "Esto es un infierno, no siento las piernas".
Esto
repercutió en el estado del suelo que acogía el avituallamiento ya que con la
acumulación de agua y barro tuvimos que echar mano de cartones y sobre todo de
las alfombras que el gran Ismael trajo de su casa para evitar resbalones y caídas,
que alguna hubo a pesar de ello. A su vez intentábamos recoger, humedeciendo lo
menos posible, el agua y barro del suelo para que aquello fuese un lugar digno,
porque todos los corredores merecían ser acogidos en condiciones ya que muchos
llegaban con principio de hipotermia y las estufas que teníamos no daban a basto
para dar suficiente calor. De esta hecatombe tampoco se libraban los aseos de
los que también hubo que estar pendientes. Este ajetreo se alargó durante toda
la noche con la preocupación añadida de saber que había corredores que estaban
perdidos por las condiciones climatológicas teniendo que decidir activar el plan
de rescate; por suerte con buen final. Y allá cerca de las siete de la madrugada,
este que les escribe, necesitó descansar alguna horita para reengancharse pocas horas después.
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Por
la mañana, ya junto a la fantástica gente de La Verea, en el reenganche más de
lo mismo: seguimos animando y sintiéndonos útiles para los participantes. Son
los protagonistas, así que no les puede faltar de nada. Alguno llegaba tan
machacado que teníamos que atenderles directamente, mientras se sentaban un
rato, llevándoles líquido y sólido; frio y caliente.
En
la tarde sabíamos lo que nos esperaba: Se juntaban la vuelta de “la bandolera”
y “la bandolerita”; traducido: dar el 150% de nosotros para que a nadie le
faltase de nada. Más caras conocidas, más abrazos de ánimo, más empuje… Llegó
alguien al que admiro: Gustavo Delgado Manero junto a su hermano Antonio;
ejemplo de superación y aun con los dolores de rodilla que iba soportando,
continuó hasta llegar a meta en la madrugada del domingo.
Si
los corredores estaban deseando ver el arco de meta en Prado del Rey, no menos
nosotros estábamos deseando que llegasen las 22:00 del sábado. Hora prevista
del cierre de control en nuestro avituallamiento. No todo terminaba ahí. Había
que atender a los rezagados, desmontar y recoger el avituallamiento; barrer y
fregar todo el local y como se suele decir: “aquí no ha pasado nada”. Aun así
hubo tiempo de tomar una copa todo el equipo que quedábamos y que no se fueron
a Prado para ver la llegada de algún corredor. Hora de retirada: pasadas las
tres de la mañana.
Bueno,
así en unas pinceladas he intentado transmitir lo que se siente en el
avituallamiento de una gran prueba como la UTSB. Bueno… no todo; me queda algo
que a mucha gente no le gusta: una crítica.
Siempre
he admirado, admiro y admiraré a los corredores de estas pruebas, porque tienen
el valor que yo no tengo ni siquiera para inscribirme en ellas. Lo he dicho y
transmitido en muchas ocasiones pero por lo vivido y por lo que alguno me
transmitió también quiero dar un pequeño tirón de orejas a alguno de ellos;
desde luego que son los menos, pero como las meigas: “haberlas, haylas”. Los
geles, barritas y similares son necesarios para soportar el recorrido, pero
algunos no son conscientes que los envoltorios y tubitos una vez consumidos,
ocupan y pesan menos; sin embargo ensucian más, por lo tanto por favor: ¿porqué
hubo participantes que me dijeron que los habían encontrado tirados durante el
trazado? El esfuerzo de los voluntarios es mucho; cierto, casi siempre se nos
agradece como tal y por ello doy las gracias, pero lo que no entiendo es por qué
hay corredores que si llegaban con los guastes calados, en vez de escurrirlos
en un cubo, o que nosotros lo hiciésemos, con la que estaba liada en la caseta,
los escurrían en medio, creando charcos y con ellos el pertinente riesgo de caída
de otro compañero. Si el calzado llega lleno de barro, obviamente, todo se
mancha, pero eso de quitarse las zapatillas y sacudirlas en medio del salón, tampoco
es algo que vea normal, al igual que vaciar los bidones en los sacos de basura:
nosotros podemos hacerlo en el sitio adecuado evitando chorreo innecesario de
estos cuando los retiramos. Son detalles, cierto, que a veces por las
circunstancias y cansancio no son conscientes, pero para los que nos estamos dejando
el alma para que ellos estén a gusto, que no les falte de nada, animándoles
hasta quedar afónicos, nos resulta chocante. Tal vez más por el hecho del
desprecio que se hace al compañero corredor que viene detrás y merece
encontrarse las cosas como estaban cuando el intercepto llegó que por los
voluntarios que tenemos que recoger, limpiar, y poner siempre una sonrisa ante
estos “detallitos”. De verdad, sois muy grandes, sois admirables, pero no enturbiéis
esa imagen por cosas tan simples y tan de simple educación y respeto por el
compañero y por el medio ambiente.
Un
saludo y apretón de mano izquierda. Nos vemos en la próxima.
Juan J. López Cartón.
Juan J. López Cartón.
Os
comparto alguna de las fotos de corredores y sobre todo del equipo de
voluntarios del avituallamiento de Villaluenga. Agraceder a Susana de la Verea
el permitirme compartir sus fotos junto a las mías para este post.
Enhorabuena por este artículo, eres un ejemplo a seguir para ser un voluntario excepcional.
ResponderEliminarMagnífico reportaje. Has sabido relatar y transmitir el evento desde .. quizás, la zona en apariencia "menos atractiva". Eso sólo puede hacerlo y apreciarlo quien lo ha vivido y ha estado ahí. Enhorabuena Juan y muchas Gracias .. Encarni y Luis. Un fuerte abrazo desde Graná. Hasta la próxima ...
ResponderEliminarUN GRAN ABRAZO COMPI COMO SIEMPRE UN PLACER CONTAR CONTIGO Y VIVIR UNOS RATILLOS JUNTOS AUNQ ESTE AÑO FUERAN POCOS
ResponderEliminargracias miles por tus palabras,hace que se recuerde todo un poco de nuevo..siempre es un placer vivir cosas contigo compañero,muachk
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