<<¿Quién
es más ciego, el que vive en la oscuridad o el que viendo lo que le rodea niega
que sea la realidad?>>
El
hombre, desde que es tal o al menos dice serlo, clasifica todo lo que le pasa
por delante de la mirada. Clasifica los animales por fisionomía, especies,
hábitats… Clasifica los vegetales por origen, forma y yo que sé cuántas
posibilidades… y así con todo lo que se nos ha cruzado a lo largo de la
historia. Con su propia especie, la humana, no iba a ser menos.
Históricamente
las diferencias las marcaban el color de la piel, la religión, el estatus y
poco más pero, como lo que nos gusta es complicarnos la vida, hemos ido
buscando e inventándonos otros escalafones con tal de dar la nota y por lo
visto y observado en los últimos
tiempos, una de esas clasificaciones se fundamenta en meter las narices en el
fondo de armario que nos gastamos.
Jamás
he sido de meterme en ningún armario ajeno, ni tampoco de salir, pero dudo de
la pulcritud y la homogeneidad de ninguno de ellos. Como ya advierto que no soy
de investigar ni diseños, tallas o marcas ajenas que no me incumben, voy a
limitarme al único armario que conozco bien y al único que la vida y la
sensatez me dan permiso a asomarme: mi armario.
Me
gusta el orden y al correr las puertas, porque las mías no tienen bisagras, veo
ese orden y acomodo en mis prendas. Encuentro media docena de trajes, colocados
en sus perchas correspondientes, con otra diferente de la que cuelgan un montón
de corbatas. Si me quedase ahí y no siguiese mirando sería el hombre más necio
que ha parido madre, porque tendría que pensar en que me paso la vida enfundado
en un traje y ajustado en una corbata, pero como ni soy necio ni gilipollas,
sigo observando y me encuentro con todo tipo de prendas en los distintos
cajones y resto de perchas.
Sinceramente,
la ropa que más utilizo y con la que me siento más cómodo es la que habita en
el resto de cajones y perchas. Ropa con colores, estampados, cuadros;
pantalones con distinta altura de perneras, camisetas con mangas y sin ellas…
Para
alguien como yo que trabaja de cara al público y debe guardar cierto recato y
ortodoxia a la hora de vestir, no supone ningún problema saber ser y saber
estar en frente de quien en cierta manera te viene a “pedir”. En mi labor
diaria se puede cometer un gran error: creérselo. Creerse creador y destructor
a la vez de la vida en forma de prestación o subsidio, para lo que se necesita
cierta apariencia de todopoderoso. Resulta que por mucha chaqueta, corbata o
“maqueo”, seguiría siendo el mismo capullo que quitó la paga o el mismo santo
que la dio; al igual que atendiendo con un vaquero, una camiseta y sobre todo
una sonrisa porque la vida, que no la gente lo creamos o no, no distingue de
apariencias a la hora de dar o quitar lo que corresponde a cada uno.
Cierto
es también que, si bien “el hábito no hace al monje”, es necesario saber estar
de la manera correcta e incluso a veces aparentar lo que no se es. Eso no
llevaría a ningún desacuerdo con nadie siempre que lo que cuenta; la persona
que hay debajo de los paños y costuras, siga siendo la misma que cuando se
encuentra como Dios le trajo al mundo.
La
cuestión es que como decía unos párrafos más arriba, con la ropa que me siento
cómodo es la considerada más inadecuada para mucha gente, y ¿sabéis lo que os
digo?: Me la pela. Sí, así como suena, me importa un bledo lo que la gente
pueda pensar de un cuarentón con ropa de indignado, incluso de macarra de
discoteca.
Por
lo visto, ahora que está tan de moda inventarse vocablos, se ha acuñado un
nuevo término para lo que se ha dado en llamar indignados, perroflautas,
chuteros y mil palabras más, pero me voy a quedar con una: ROPASUELTA. Me
resulta simpática la palabra. El trasfondo que le han querido dar hace que me
guste, incluso es más, yo; le joda a quien le joda, le escueza a quien le
escueza, gente de ver siempre los toros desde la barrera para criticar al
torero sin tener ni puta idea de toros, lo confieso. SOY UN JODIDO ROPASUELTA.
Antes
de entrar en la definición del término y a mostraros porqué yo soy un
ropasuelta me gustaría puntualizar que curiosamente quienes han ideado estas
perlas para el diccionario casualmente es gente, y lo digo sin reparo, de
derechas. Muchos de ellos ultracatólicos-apostólicos-romanos (ya entraremos en
ese término en otra ocasión), que se pasan la vida sin aceptarse a sí mismo y
queriendo aparentar que se lo creen. Gente que por ideología no tienen el valor
de criticar lo que está haciendo mal por el simple hecho de no mancillar a los
que pertenecen a sus siglas y siglos (decimonónicos vestidos de modernidad).
Gente que esconde sus miserias debajo de una apariencia porque sí que piensan
que el hábito hace al monje. Gente que critica solo a los demás porque lo suyo,
aun sin ser perfecto, no se puede permitir mostrar la roña y la pus que
esconden bajo un maravilloso aspecto exterior.
ROPASUELTA:
“Grupo o colectivo que no tienen decoro en el vestir, con mal gusto al combinar
colores y estilos en cuyos armarios toda su ropa tiene apariencia de trapos con
poco gusto”. Dejando de lado el espacio
que ocupan los trajes que mancillan mi imagen, y tal vez por mi daltonismo
congénito, lo reconozco: mucha de mi ropa es de mercadillo, de temporadas pasadas
incluso tengo la poca vergüenza de poseer ropa heredada de otras personas que
ya no la utilizan; todo un desagravio en el arte y los cánones del buen vestir.
“Dícese de ropasuelta el que no acata
ningún poder ni ninguna norma”. Cierto, yo no acato ningún poder ni norma de
alguien que se sienta superior y que aplique su estatus humillando, engañando
ni traicionando a nadie. En este punto de la definición discrepo (el ser de
izquierdas es lo que tiene, que me puedo permitir discrepar), ya que sí acato a
quien va de frente, a quien me quiere por como soy, no por como aparento ser, a
quien no utiliza mi imagen y mis ideas para aparentar en su propio beneficio
que se rodea de todo tipo de gente.
“Los
ropasuelta son ateos y laicistas”. Por supuesto que somos ateos de un dios que
nos quieren fabricar a la medida de quien interesa. Algunos ropasuelta creemos
en Dios: un Padre que no juzga; un Padre que ama. No creemos en una religión
que habla de amor al prójimo excluyendo y machacando al mismo porque sus vidas
no están en su misma sintonía. Somos ateos de un dios y de una iglesia de barro
que cierra los ojos ante los delitos de sus propios miembros. Que cuando
alguien ataca o viola toma medidas como cambiarle de “sitio” para que pueda
seguir con sus tropelías, cuando el único sitio en el que deberían estar es en
la cárcel, junto con el resto de delincuentes. Somos ateos de un dios y una
iglesia que vive en la opulencia, que hablan de la pobreza con gafas de sol
para no deslumbrarse con el oro y los oropeles que habitan en sus templos.
Somos laicistas porque el hombre es libre de ser y creer en lo que quiera sin
que nadie le imponga creencias religiosas en ámbitos ajenos a la religión. Muchos
ropasuelta somos seguidores de un Loco que se atrevió a criticar y a sacar los
colores a su propia religión judía, por la que fue condenado y murió. Somos
seguidores de un Maestro que se acercaba y amaba, que trataba por igual a los
homosexuales, putas, pecadores e incluso se permitió tener entre sus amigos más
cercanos a un traidor.
En
resumen: SOY UN ROPASUELTA porque soy libre, porque amo sin prejuicios, porque
no voy encorsetado y no necesito ir con un palo metido en el culo para
aparentar lo que no soy. Soy un ropasuelta porque si algo es bueno y puede
mejorar al mundo, lo reconozco aunque la idea nazca del que piensa distinto a
mí. Soy un ropasuelta porque el dios que me quieren imponer no es el mismo Dios
que me ama porque es mi Padre. Soy un ropasuelta porque me fijo y sigo a un
hombre que fue Ropasuelta en el momento en que le tocó vivir. Soy ropasuelta
porque cuando me acerco a alguien no lo hago por interés; porque cuando invito
y abro mi casa a alguien lo hago de corazón y con todas las de la ley ofreciendo
lo poco que hay, no para que se me vea bien acompañado, sin dejar que nadie
entre en mi morada que digo compartir y egoístamente protejo. Soy ropasuelta
porque aun cuando abro mi casa a alguien y veo que me equivoqué no les echo el
muerto a otros para que mi castillo se vea impoluto. Soy ropasuelta porque me
educaron en la humildad de no pretender aparentar perteneciendo a mil siglas y
colores, sino ser fiel a una sola, porque “el que mucho abarca poco aprieta”.
Sí, por todo esto y mucho más y que no tengo necesidad de explicar… SOY UN
ROPASUELTA.
Un saludo y apretón de mano izquierda.
Juan J. López Cartón