martes, 10 de marzo de 2015

OVEJAS NEGRAS


Cantaba Pacco Ibáñez aquello de “Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos…”

Nada es lo que parece, aunque es cierto que conforme cumples años vas aprendiendo a pasarte por el arco del triunfo muchas de esas cosas y, sobre todo, lo que se opine de ti.

En demasiadas ocasiones nos convertimos en fieros corderos maltratando al lobo. Cambiamos los papeles con tanta facilidad que nos sorprendemos a nosotros mismos. Los psicólogos dirían que tienes una personalidad inestable, que te falta control de ti mismo y cosas así aunque en realidad es simple instinto de supervivencia lo que hace que a veces perdamos los papeles, la raíz del ser irracional que se aloja en ese rincón de nuestra evolución que jamás quiere dejar de ser una fiera alfa.

En estado “de reposo” la gran mayoría de la gente es encantadora. Cuando a alguien se le cruza el cable lo más común es escuchar decir a los vecinos y allegados aquello de “quién iba a pensar que haría eso, si siempre fue normal”; aunque por suerte no es lo habitual el llegar a hechos tan grabes sí  es cierto que, por ser diferente, por no seguir los cánones estipulados en la familia o en la sociedad, lo de convertirse en la oveja negra de la familia siempre ha sido un estigma en todos los lugares del mundo.

Tener criterio propio está mal visto en la actualidad. Este hecho parece que te marca ante los demás hasta puntos insospechados. Pensar por uno mismo, en esta sociedad masificada en la que todos tenemos que tener los mismos avances, las mismas comodidades, los mismos lujos… aunque en este punto también es como el vaso medio lleno o medio vacío: dependiendo de con quién estés serás borrego, normal, oveja negra…

Digo esto porque muchos en nuestras casas nos hemos sentido esa oveja o garbanzo negro dentro del “cocido familiar”. La cuestión está precisamente en la forma de ver las cosas sobre todo en un sitio tan vital como es el hogar, el núcleo familiar. Los padres tenemos grandes expectativas con nuestros hijos. Inconscientemente, aunque no se reconozca, organizamos su vida; cosa por otra parte normal hasta cierto punto y edad, pero lo malo es que en demasiadas ocasiones también pretendemos organizar su futuro y si ese futuro que nosotros pensamos y el que nuestros hijos tienen en mente difieren, entonces, el cocido estará empezando a tiznarse por un futuro garbanzo negro.

El rebaño inmaculado de casa se ve feo al ver que uno de nuestros corderos empieza a oscurecer su lana, cuando realmente lo que está es madurando, creando y moldeando su propio yo. De hecho, si nos movemos en su ambiente, ese que consideramos de borregos, de ir todos al mismo ritmo con las orejas gachas, seremos nosotros los que nos sentiremos como el bicho raro. Habremos pasado de ser blancos e inmaculados a ser la oveja más negra de un rebaño diferente al nuestro.

Vamos descubriendo que con los años, además de importarnos un bledo la mayoría de las cosas que piensen de nosotros, sufrimos de una enfermedad a la que voy a llamar “desirización”: cuando nos interesa vemos todos los colores del mundo pero cuando nos conviene nuestra visión se nubla y solo ve en blanco y negro. Renunciamos a ver un arco iris de tendencias, de matices en lo diferente y llega a tal punto esta “desirización” que vemos negro donde realmente es blanco o donde el abanico de colores es vital para la supervivencia social.

Entonces es cuando, ante la presión a la que somos sometidos, el cordero se convierte en lobo y el lobo en cordero. Entonces es cuando incomprensiblemente, para los demás, salta la fiera y degüella a su oponente, sea padre, hijo, amigo o lo que más quiera en la vida.

Debemos aprender a corregir nuestra “desirización” y disfrutar de la maravilla que es ver todos los colores, todos los matices, todas las diferencias como aquello que nos esforzaremos en compartir, respetar y amar.

Recibid un fraternal abrazo y un apretón de mano izquierda

Juan J. López Cartón

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