Es fácil que muchos tarareemos la
música de Serrat al leer esta frase de Antonio Machado. Es fácil, también, que
si pensamos en ir andando por un campo se nos venga a la mente acompañarnos con
un silbido, una melodía, de nuestra canción favorita o la que esté de moda en
ese momento, aunque no sea de nuestro gusto, por el simple hecho de oírla en todas partes con
su ritmo pegadizo. Esa es una de las cosas que tiene el caminar, que alegra el
espíritu.
Estoy en puertas de iniciar lo
que para mí es, hoy día, un reto a la par de otras muchas cosas: el Camino
hasta Santiago de Compostela. En esta ocasión serán pedaladas más que pasos,
pero el Camino seguirá siendo para seguir las huellas de alguien. Mi ilusión aumenta
exponencialmente con mis temores y miedos, en la misma proporción, conforme se
acerca la fecha de dar la primera pedalada en Roncesvalles en la madrugada del
17 de julio. ¿Temor y miedo? Sí, tal cual, porque cada cosa a la que me
aventuro en la vida siempre me asaltan esas preguntas: ¿Estaré preparado
físicamente?, ¿habré sobredimensionado mi capacidad?, en fin: ¿seré capaz de
llegar? Esos miedos sé que no son solo míos. Hay alguien que, si bien ha sido
la que me ha dado el empujón para organizar todo, lo va a pasar, digamos que,
regular. Si bien es quien posiblemente más crea en mí, también es quien más
teme por mí.
Una las cosas que llevo conmigo,
un capricho, es el llamado “Pasaporte del Camino”. Diferente a mi credencial,
la cual todos los peregrinos llevaremos para ir dando fe de nuestro paso por
cada población que jalona el más transitado de los caminos de Europa. La cosa
es que cuando lo encargué uno de los datos que pedía, puesto que está
personalizado, además del nombre y apellidos y la foto, es el motivo de la
peregrinación. En mi Pasaporte pone, literalmente: “Cumplir sueños, superar retos, agradecer y volver a sentir el Camino
treinta años después de mi primera vez”. Esta frase une ilusión, afán de
superación, nostalgia, sentimiento… en fin; todo mi equipaje extra que, si bien
no pesa, cargaré durante 13 etapas con la responsabilidad que mi corazón me
impone. Por suerte para mí, los años me han enseñado a que a veces hasta al
propio corazón hay que darle la patada y marcarle, como si de un árbitro con su
espray se tratase, una línea dónde están los límites de uno mismo.
Un dato, para los que me conocen,
que puede llamar la atención es que, precisamente yo y por mi forma de ser, vaya a
llevar a cabo el Camino “solo”. Para mí era un proyecto y me hubiese gustado
que se realizase de otra forma y acompañado de los que más quiero pero, como
decía mi madre tantas veces, “el hombre propone y Dios dispone” y Mara, mi
mujer, fue la que me animó a que lo hiciese así. Parto de la base que hacerlo
solo, y más en un año Xacobeo, no es posible. Sé que el peregrino nunca avanza
solo ni se siente solo porque ante cualquier controversia siempre habrá alguien
que le eche una mano; y digo que lo sé porque aunque hayan pasado ya muchos
años, así lo sentí la primera vez que lo hice hace casi treinta años.
Intentaré por los distintos medios
que nos facilitan las tecnologías y el S. XXI, además de por este blog, ir
contándoos y transmitiéndoos esta experiencia. Las sensaciones, anécdotas y lo
que se me pase por la cabeza, así que sin más, para acostumbrarme a no extenderme tanto, solo me
resta decir y desearos:
¡¡¡ULTREIA, AMIGOS!!! y buen
camino para todos.
Con un apretón de mano izquierda
siempre
Juan J. López Cartón
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