viernes, 15 de julio de 2022

Caminante no hay camino, se hace camino al andar

 



Es fácil que muchos tarareemos la música de Serrat al leer esta frase de Antonio Machado. Es fácil, también, que si pensamos en ir andando por un campo se nos venga a la mente acompañarnos con un silbido, una melodía, de nuestra canción favorita o la que esté de moda en ese momento, aunque no sea de nuestro gusto, por  el simple hecho de oírla en todas partes con su ritmo pegadizo. Esa es una de las cosas que tiene el caminar, que alegra el espíritu.

Estoy en puertas de iniciar lo que para mí es, hoy día, un reto a la par de otras muchas cosas: el Camino hasta Santiago de Compostela. En esta ocasión serán pedaladas más que pasos, pero el Camino seguirá siendo para seguir las huellas de alguien. Mi ilusión aumenta exponencialmente con mis temores y miedos, en la misma proporción, conforme se acerca la fecha de dar la primera pedalada en Roncesvalles en la madrugada del 17 de julio. ¿Temor y miedo? Sí, tal cual, porque cada cosa a la que me aventuro en la vida siempre me asaltan esas preguntas: ¿Estaré preparado físicamente?, ¿habré sobredimensionado mi capacidad?, en fin: ¿seré capaz de llegar? Esos miedos sé que no son solo míos. Hay alguien que, si bien ha sido la que me ha dado el empujón para organizar todo, lo va a pasar, digamos que, regular. Si bien es quien posiblemente más crea en mí, también es quien más teme por mí.

Una las cosas que llevo conmigo, un capricho, es el llamado “Pasaporte del Camino”. Diferente a mi credencial, la cual todos los peregrinos llevaremos para ir dando fe de nuestro paso por cada población que jalona el más transitado de los caminos de Europa. La cosa es que cuando lo encargué uno de los datos que pedía, puesto que está personalizado, además del nombre y apellidos y la foto, es el motivo de la peregrinación. En mi Pasaporte pone, literalmente: “Cumplir sueños, superar retos, agradecer y volver a sentir el Camino treinta años después de mi primera vez”. Esta frase une ilusión, afán de superación, nostalgia, sentimiento… en fin; todo mi equipaje extra que, si bien no pesa, cargaré durante 13 etapas con la responsabilidad que mi corazón me impone. Por suerte para mí, los años me han enseñado a que a veces hasta al propio corazón hay que darle la patada y marcarle, como si de un árbitro con su espray se tratase, una línea dónde están los límites de uno mismo.

Un dato, para los que me conocen, que puede llamar la atención  es que,  precisamente yo y por mi forma de ser, vaya a llevar a cabo el Camino “solo”. Para mí era un proyecto y me hubiese gustado que se realizase de otra forma y acompañado de los que más quiero pero, como decía mi madre tantas veces, “el hombre propone y Dios dispone” y Mara, mi mujer, fue la que me animó a que lo hiciese así. Parto de la base que hacerlo solo, y más en un año Xacobeo, no es posible. Sé que el peregrino nunca avanza solo ni se siente solo porque ante cualquier controversia siempre habrá alguien que le eche una mano; y digo que lo sé porque aunque hayan pasado ya muchos años, así lo sentí la primera vez que lo hice hace  casi treinta años.

Intentaré por los distintos medios que nos facilitan las tecnologías y el S. XXI, además de por este blog, ir contándoos y transmitiéndoos esta experiencia. Las sensaciones, anécdotas y lo que se me pase por la cabeza, así que sin más, para  acostumbrarme a no extenderme tanto, solo me resta decir y desearos:

¡¡¡ULTREIA, AMIGOS!!! y buen camino para todos.

Con un apretón de mano izquierda siempre

Juan J. López Cartón



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