Ya estoy en Roncesvalles con casi
todo listo para dentro de unas horas enfrentarme a la primera etapa. Hecho un
manojo de nervios porque, como os contaba ayer, el miedo es libre y por algún
motivo al que no estoy acostumbrado en esta ocasión estoy más alterado de lo que
esperaba.
Lo que os decía, o mejor dicho
quería deciros con el título del post de hoy, hoy toca agradecer. Lo adecuado
sería hacerlo a la vida pero pienso que la vida estaría vacía si no le ponemos
caras, palabras y gestos. Me considero súper agraciado por lo que la vida me ha
regalado con los que en tantas veces me habéis leído definir como “mi gente”.
Aunque algunos rozarían el merecerse estar incluidos en mi familia, en cierta
manera ya lo están, porque me abren sus casas, me regalan a sus propias
familias y el hacerme sentir en mi hogar, distinto que a mi casa, es un nivel
al que pocos tenemos la suerte de acceder. Como decía, la vida me ha regalado
Vida, sonrisas, cariño, amor… y no de pocas personas, son muchos y muy queridos.
Os voy a hablar, porque me
apetece y me da la gana regalarles algo que merecen aunque ellos nunca lo
reconocerán, de mi gente navarra; concretamente mi gente estellica. Ayer,
cuando llegué a Pamplona fue Laura quien me recogió y acogió en su casa; hacía
veinte años que no nos veíamos… en persona, claro, y fue genial. Nuestros
corazones se habían encargado de congelar el tiempo y como si hiciese diez
minutos que hubiésemos tomado la última cervecita. Nos encantó la sensación de
no haber corrido los años, mientras nuestras mentes regateaban los hijos
nacidos, las pérdidas, y todo lo que había sucedido en los cuatro lustros.
Hablar de Laura es hablar de su familia; David su marido, Charo y Javier, sus
padres, Nuria, su hermana y todos los que han llegado en este tiempo. Todos
ellos han demostrado con creces los motivos por los que no puedo evitar sonreír
cuando pienso en Estella. La generosidad de todos ellos cuando llegué a sus
vidas de la mano de Laura no tiene manera de describirse porque sin conocerme
ni a mí primero, ni a la que después fue mi mujer y a mi hijo el mayor, no solo
me acogieron en su hogar, sino me hicieron formar parte de su propia gente, de
su propio círculo de energía, y qué energía la de Charo. Qué suerte la mía, que
regalo de la vida para este personaje que os escribe. Mañana llegaré a Pamplona
y pasado, deseando estoy, a Estella, donde sé que la sensación de ayer se
repetirá y el abrazo bien apretado me sabrá a gloria.
En ellos personifico a otros
muchos que quién saben si en otra ocasión salgan también a la luz, como son
Santos y Rosa, Antonio y Conchi, Pastori su Antuan, el “tito Julio”… Qué suerte
tengo, qué regalos me ha dado la vida…
La vida te da una familia a la
que amas, y el camino que esta te ofrece te regala a “tu gente” con la particularidad
que tú tienes opción de elegir quién entra en ese círculo. Yo tengo que dar
gracias a la vida y al camino de esta porque me ha convertido en un ser muy,
muy rico.
Buen camino y fuerte apretón de
mano izquierda…
Juan J. López Cartón
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