Alguien dijo un día que “somos
esclavos de nuestras palabras” y hoy me arriesgo desde esta tribuna a cargarme como
esclavo de no pocas cadenas; y no precisamente de fantasma como alguno pensará
y achacará, sino de convencimientos empíricos propios que a día de hoy nadie me
ha demostrado que esté equivocado. Si bien nunca descarto, y abierto estoy a
ello si alguien con criterio está dispuesto a charlar con mente abierta, que tenga
que reconocer de lo erróneo de éstos;
hábito que, visto el panorama nacional, se practica muy poco en este
país de listos, cuñados y de eméritos.
El título de esta entrada con la
que vuelvo al estrado ya indica bastante por dónde pueden ir los tiros, aunque
se me antoja que se queda corto con la que está cayendo y, sabiendo que en esta
ocasión no dejaré títere con cabeza. Puede incluso por esto que haya gente que
me aprecia que pensará que estaba equivocado en la opinión que tenía sobre mí,
siendo esto, sinceramente, algo que a mi edad no me quitará el sueño. Las
siglas se convertirán en apreciaciones y prejuicios, en evidencias tangibles de
lo que dicen que llegó de China y desde hace ya casi un año vive y convive entre
nosotros a costa de nuestros muertos.
Por un momento he de referirme a
algunos videos en directo que compartí en mi Facebook durante los primeros
meses del confinamiento, allá por marzo y abril. Rehusé continuar haciéndolos
por algunas reacciones recibidas por mi postura hacia ciertas actitudes de
terceras personas ya que en ellos desataba mi pasión y corazón aunque, visto
hoy, se convirtieron en el germen de este artículo. Por supuesto que yo mismo
me incluyo y me incluiré en muchas de las situaciones a las que me referiré
durante este artículo porque: “El que esté libre de pecado que tire la primera
piedra”.
Cuando me refiero a
“coronasiglas”, como palabro acuñado
para este artículo, calculo que la mayoría pensará de inmediato en los Partidos
Políticos y no van alejados de mi intención, porque desgraciadamente se ha
convertido en un problema en España, Europa y la mayor parte del planeta es la
politización absoluta que se ha hecho de esta pandemia, de sus orígenes y de
sus consecuencias. No esperéis ni es mi idea criticar como tal al Gobierno
actual por ello concretamente; ni al Central ni a los Autonómicos, ya que a
estos o a aquellos, estuviese quien estuviese, esta situación les vendría igual
de grande como a todos nos ha pasado. Nadie estaba preparado para esta
situación, aunque sí es cierto que conforme van tomándose decisiones se
demuestra que el miedo a equivocarse, el cuidado a los conciudadanos, las
medidas a tomar se antojan en la globalidad un juego y pelea de patio de
colegio para ver quién se hace dueño del patio sin tener bajas; entiéndase
votos. Ningún partido político, NINGUNO, por más que digan, han actuado
realmente, al 100%, pensando en sus conciudadanos, en sus vecinos. Desde que
empezó la situación se convirtió en un pulso, principalmente entre Administraciones
Central y Autonómicas, incluso en algunos casos Municipales, por el dominio de
las situaciones para después utilizarlo como arma arrojadiza contra quien
procediese por el simple hecho de no otorgar la potestad para lo que interesaba
o para eximirse de responsabilidades y así escurrir el bulto cuando era
conveniente.
Está más que claro que el sumun
de todo esto que cuento parece que se concentra en lo que acontece con Cataluña
en estas últimas semanas. Con juego de poltronas ministeriales previo incluido,
sin reconocer el rédito político buscado y eximiendo responsabilidades antes de
irse alguno o que llegasen otros. Resulta que parece que ahora los políticos
catalanes están enfadados con España entera y con sus propios vecinos de
Autonomía por no comprender que se haya puesto el grito en el cielo con las
ocurrencias propuestas para esta campaña electoral y con ello los comicios
autonómicos. Una de las Comunidades más castigadas por la pandemia se pasa de
la noche a la mañana por el forro de los cojones la situación y abren sus
corazones, sus pulmones y sus ya saturadas UCIS a la Covid-19, haciendo con
esto un extraordinario ejercicio de demostración de lo inútiles que son las
neuronas que se les supone a TODOS los partidos políticos; independentistas,
nacionalistas o españolistas, dándome eso igual porque todos están en el ajo.
Que haya un Ministerio de Sanidad que lo permita, siendo además uno de esos
candidatos el hasta hace dos días máximo responsable de la sanidad española,
solo hace que piense en decir a todos los políticos, sean del partido que sean:
IROS A LA MIERDA PANDA DE DESGRACIADOS!!!, sin mencionar a sus madres que las
pobres capaz de estar escondidas para que no las identifiquen con semejantes
cabrones.
Claro, la culpa de la cultura y
sobre todo de la hostelería. Pues mira chaval, ni todos santos ni todos
diablos. Soy de los que he intentado apoyar a la hostelería en la medida de mis
posibilidades, a veces excediéndome y exponiéndome más de la cuenta a las malas
prácticas mostrando mi inconsciencia. Si nunca he sido de estar todo el día en
el bar no será ahora el momento de cambiar de hábito y por supuesto cuando he
estado, en un muy alto porcentaje de ocasiones a solas con mi mujer y mis
hijos: cuatro convivientes, hemos buscado minimizar los riesgos aprovechando
terrazas y espacios abiertos. Por supuesto que, sobre todo en los primeros
meses “pos confinamiento”, me excedí, aun pensando que tomaba las medidas
necesarias y, pensado fríamente, después fui consciente de mi temeridad. A lo
que quiero llegar que me lío: La hostelería no es la culpable… pero sí algunos
hosteleros; los menos pero haberlos haylos, como las meigas, por no hablar, que
hablaré, de los que realmente hemos hecho lo posible para llegar a donde nos
encontramos: el ser humano.
A diario, no por las noticias de
la tele que alguno dice se manipulan continuamente, escuchamos en nuestras
localidades, en nuestros barrios, algún caso de tal bar o cual garito que no
veas la que se lio anoche. Lo malo de
este hijoputa bicho es que aunque sean pocos los hosteleros que se salten a la
torera las medidas higiénico sanitarias, el cabrón se extiende como todos sabemos y lo que sí es
culpa de la hostelería es que no se oye a los hosteleros coger al que se está
colando y agarrándole por la pechera decirle, “oye tú, desgraciado, estás
jugando con el pan de mis hijos”, sino que prefieren callar eso y así no
debería ser. Se esconden detrás de un parapeto de víctimas para decir que ellos
no tienen la culpa como gremio, pero por corporativismo mal entendido no
señalan a quien les está hundiendo el negocio siendo su vecino.
España es un país de bares,
incluso el Congreso dispone de su polémica cafetería. Tenemos una economía
basada en un sector que se está desangrando y vemos que las Administraciones,
una vez más, se sientan en la mesa para ver cómo actuar para que en las
próximas urnas sean sus papeletas las que destaquen en vez de plantear medidas
de protección para que si hay que cerrar la hostelería se cierre, pero que no
se cierren locales para siempre por una ruina venida por la ineptitud y la
inutilidad de pedir sin dar nada a cambio. Exigir sacrificios a un gremio sin
contemplar una compensación real, no de subvenciones que después hay que
devolver y que no cubren ni un mínimo del porcentaje de los gastos que sí se
mantienen, sino un planteamiento de rescate en el cual ninguno de ellos tenga
que plantearse exponer a sus clientes ni a ellos mismos. Hablo principalmente
de la hostelería como “buque insignia” de este mi querido país de borrachos,
aunque lo que pienso es extrapolable a la mayoría de sectores y gremios.
Para terminar dejo lo mejor: al
autodestructivo ser humano. La frase atribuida a Thomas Hobbes “El hombre es
lobo para el hombre” resume a la perfección la conclusión a la que quiero
llegar. Lo mejor para destruir a la raza humana es la propia raza humana.
Dejando de lado a los conspiranoides negacionistas, de los que daría para tres artículos más, vemos
a diario que no necesitamos virus, ni muertos, ni políticos inútiles, ni
irresponsables empresarios ni la madre que lo parió para extinguirnos. Teniendo
como ejemplo a los “listos” que se han puesto por delante de la cola como si
fuese el supermercado del barrio para administrarse la vacuna, pasando por los
energúmenos que se juntan en las azoteas, en los pisos de los amigos con el fin
premeditado de saltarse las medidas a escondidas sin pensar un ápice en quien
les rodea, y terminando en mi propio vecino de enfrente, que pasa de ponerse
mascarilla porque da miedo. Somos nosotros, sin necesidad de nadie que nos
obligue, los responsables de no querernos o de no cuidarnos. Solos nosotros,
los ciudadanos de a pie los únicos responsables de tomar las medidas necesarias
para tener claro que si nos cuidamos y queremos nosotros, cuidaremos y
querremos a los que nos rodean.
Se me quedan muchas cosas en el
tintero sobre el tema, pero no es cuestión de darlo todo en la primera mano, así que como se
ve que esta esto va para largo, dejaré alguna carta y alguna baza para otro
momento de la partida.
Mañana más y mejor. Un apretón de
mano izquierda para todos.