lunes, 28 de noviembre de 2016

PUTA ASTENIA OTOÑAL... Y 2


            Como ya escribí la semana pasada, se me quedaron muchas cosas en el tintero y bilis que soltar  y aun con ganarme o empeorar una posible mala reputación, algo que a estas alturas tengo asumido, voy a continuar con lo que me quedó pendiente. Sé que hay temas que a algunas personas les va a revolver las entrañas y no pienso criticar a nadie que pueda pensar así; es su opción y visión de la vida y aunque no la comparta la RESPETO. Este blog lo pone claro en su encabezamiento:  --Cajón desastre de historias, vivencias, sensaciones y reflexiones de una vida aún en evolución: la mía-- Todo lo que escribo siempre es opinión PERSONAL. Aplaudible cuando nos gusta lo que leemos y criticable cuando no pero, como he dicho antes, siempre desde el respeto.

            Según el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), el segundo tema que más nos preocupa a los españoles es la corrupción. A todos se nos viene a la cabeza todos los casos en los que tanto el PP como el PSOE y otros en menor medida llevan pringándose durante años. ¿Increíble verdad? Sobre el tema ya se encargan otros en gastar tinta y tinta en las rotativas y teclados fundidos en los ordenadores. Todos tenemos nuestra opinión, generalmente deleznable, sobre ello; bueno no todos: los correligionarios de unos y otros siguen apelando a la presunción de inocencia a pesar de su inclusión en los juicios de esa justicia que ellos mismos dicen respetar. Mi opinión sobre ese tema requeriría no dos, sino unos cuantos artículos más; cosa que no pienso hacer porque no merecen ni una sola pulsación de mi maltrecho “abecedario de mesa”. Cualquier entendido en leyes sé que me va a discutir, con toda razón, lo que viene a continuación por aquello de que “no está tipificado como tal”, pero creo que hay muchos delitos como el de tráfico de influencias, fraude fiscal, prevaricación… y uno que no existe ni está en esa lista pero que yo, de motu propio, creo que debería existir con el riesgo de estar yo mismo “delinquiendo”: la falta de ética e inconsecuencia con lo que decimos pensar. Todos estos casos, sin estar considerados así, deberían de tener en conciencia el mismo trato que la corrupción; porque si se dice que lo corrupto, lo podrido, huele mal,  no menos flatulentos son los distintos casos de gente “honrada” que en nombre de la libertad, de la equidad y de la justicia social actúan y cometen delitos justificándolos en la conciencia. Hasta cierto punto es loable el jugarse el tipo por unos fines en los que uno cree pero, al igual, vendría bien ser consecuente con ellos cuando “te pillan”. Robar para dar de comer a tus hijos puede sonar a desesperación, pero no deja de ser delito y en el momento en que esto se hace hay que ser coherente con las consecuencias que esto puede acarrear. Suena cruel, ¿verdad?, cobarde por mi parte puede pensar alguno, pero si a la margarita la nombramos “bellis perennis”, no por llamarla por el nombre científico deja de ser menos bella y no por decir “blattodea” que nadie sabe que me refiero a cucaracha, deja de ser menos asquerosa. Un refrán viene al caso y con ello cierro el tema: “Al pan, pan y al vino, vino”.

            De nuevo me voy a meter en un charco lleno de barro que sospecho me haga salir como el gallo de Morón… Me estoy imaginando a alguien partiendo un tronco con un martillo… “este tío es tonto, eso se hace con un hacha” pensaríamos. También me viene a la cabeza un zapatero pegando suelas a lametones para no marearse con el pegamento… “creerá que su saliva es super-glú”; menudas tonterías se me ocurren ¿verdad? Ahora me voy a imaginar a un ciervo tumbado a nuestro lado en el sofá mientras vemos la tele o a un precioso conejo “doméstico” haciendo de lazarillo a un ciego. Juan, ¿qué te has fumado?... Si tanto unas como otras son escenas tan estúpidas y surrealistas que ni a los mismos Almodóvar o Tim Burton se les ocurrirían para sus guiones, parece ser que, a su manera, hay gente que considera el trato a los animales de la misma manera. A estas alturas nadie me creerá si digo que estoy en contra del maltrato animal, algo aberrante después de lo que escribí la semana pasada sobre el toro de lidia, pero es así de cierto; sería como afirmar que a todos los que defienden los derechos de los animales son veganos o simplemente no prueban la carne animal. Lo que realmente me repatea es ver situaciones y escuchar a gente cómo trata a sus animales de compañía llegando a las expresiones de “mi hijo” o “mi hija”. Estoy seguro que si a una sola de estas personas le llamase perro o perra se sentiría muy ofendida, pero desde párvulos aprendí que el padre del gato es el gato y del perro es el perro. Me repatea ver y escuchar situaciones en las que se pone al mismo nivel a un animal que a una persona, por muy perra e hija de puta que resulte ser la susodicha persona. Gente que defiende los derechos de los amigos de dos, cuatro o cien patas y a la vez pide la pena de muerte para los ajusticiados por horrendos delitos. Está claro que nunca es conveniente generalizar ni extremar los polos en nada, pero no es menos cierto que hay una corriente que lleva a la humanización a los animales olvidando que, como siempre y como en todo, el sentido común debe primar cuando se llega a ciertos extremos y el mío siempre ha puesto los derechos y la vida de cualquier ser humano por encima de cualquier animal; con mayor o menor derecho, pero sin ninguna duda. Lamarck y Darwin nos hablaron de la evolución a lo largo de miles de siglos, y si bien todas las especies interactúan en ella, el vértice común siempre ha sido la supervivencia de las especies aunque a veces eso haya supuesto la desaparición de unas para la permanencia de otras. Desde hace tiempo el hombre ha decidido ir también en contra de esa evolución y manipularla a su antojo por medidas cuanto menos, a veces, estúpidas: la fruta sin pepitas para no molestarse en apartarlas a la hora de comer. Los animales en muchos casos se han convertido en víctimas también cuando decidimos que un precioso perro samoyedo, nacido para el frío ártico, debe vivir en un espacio de 80 metros cuadrados con la calefacción puesta en invierno, porque su querido “papá” tiene frio, o vistiéndolo con prendas caninas, cuando es la naturaleza quien les ha dado herramientas para luchar contra ese frío  o ese calor; y me refiero a estas prácticas por no referirme a otras muchas que he visto con mis propios ojos que por humanizar, lo que consiguen es “desanimalizar”. Eso sí me da lástima; que a mí, por pensar así, se me considere un animal depravado y predador: pues si ha de ser así, que sea.

            Este va a ser breve… el domingo viendo la crónica de la carrera “Ponle freno” salió el Sr. Cristóbal Cremades, a la sazón Secretario General de la DGT, contándonos que “La sociedad española tiene que saber que los accidentes de tráfico son evitables”. Creo que sobra reconocer la labor de asociaciones y fundaciones dedicadas a trabajar y  concienciar a todos sobre los riesgos de la conducción y de los distintos hábitos que hacen que esos riesgos se multipliquen. De vez en cuando en televisión se han emitido programas referentes a esta concienciación y a las consecuencias de las malas prácticas en el mundo del volante y de la carretera con testimonios de afectados por estos sucesos poniendo en el mapa, entre otros, al Hospital de Parapléjicos de Toledo. La cuestión es que la Dirección General de Tráfico continuamente presenta campañas en las que “echa el muerto” a los conductores, a la antigüedad de sus vehículos, a las imprudencias, a… y ellos, ¿Cuándo piensa reconocer que el mantenimiento del sistema vial en España es una mierda?, Se pasan el día colgándose medallas  por los kilómetros de autovía que inauguran cada día, pero no tienen la vergüenza de ver cómo muchas de ellas la base del firme no está bien compactado y aparecen ondulaciones que solucionan poniendo señales de aviso mientras la concesionaria se lo ha llevado calentito por hacer mal su trabajo y recortar el gasto. Autopistas que cuando caen cuatro gotas se convierten en auténticas pistas de esquí acuático, cuya visibilidad no mejora con la reducción de la velocidad por no hablar de las deficiencias en las carreteras secundarias; esas que muestran mayores índices de siniestralidad. Dígame Sr Cremades, y la DGT, ¿no tiene que saber también que esos mismos accidentes de tráfico podrían ser evitables si ustedes, con sus estómagos agradecidos y su poltrona de piel vuelta tomasen las medidas convenientes y se gastasen el dinero que dicen no ser con fines recaudatorios en mejorar la red viaria que hay en vez de seguir y seguir haciendo carreteras de segunda división?

            No sé cómo lo hago pero, o no se me viene nada a la cabeza o cuando cojo el hilo de algo es un no parar. La cuestión es que tendré que dejar otros temas para desarrollarlos de otra manera en otra ocasión.  Sí me gustaría decir que ya que la semana pasada se levantó polémica con parte del artículo, y sospecho que en este no será menos, como he dicho ya antes esta es mi opinión personal, y si defraudo por pensar así, lo siento si es alguien a quien tenga aprecio porque siempre he pensado así, y eso lo saben sobre todo los que realmente más me conocen que he de decir que son todos gente de Despeñaperros para arriba.

            Un saludo y apretón de mano izquierda.

            Juan J. López Cartón.

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