Sí, así como suena. Desde hace años
me sienta mal el cambio de estación; concretamente de verano a otoño. Será por
mi forma de ser, de poco tibio, que no me termino de acostumbrar a esto tan
gaditano de ni frio ni calor. Es un estado el mío en estos días de aletargamiento y sopor, de hastío por casi
todo empezando por una de las cosas que algunos dicen que destaca de mí: mi
espontaneidad en todo lo que se refiere a expresión, oral o escrita. Pero como
decía el anuncio “El frotar se va a acabar” y hoy le toca a… todo el mundo,
¿por qué no?
Hasta los
cojones en muchas cosas del mundo educativo-formativo. Seguro que soy el menos
indicado para ello, pero es así de simple. Un Sistema Educativo del quiero y no
puedo; que aplica las nuevas tecnologías, pero hasta donde y como quiere. Mi
Centro presume de ser un centro TIC (Por cierto, de los acrónimos tal vez me
desahogue más tarde), dispone de una preciosa plataforma digital que facilita
la comunicación entre el Centro y mi persona que me sugieren, me recomiendan,
me indican, pero hay profesores que la utilizan y otros no; punto a parte son
los que en vez de utilizar la “oficial”, utilizan otras plataformas para
desarrollar su labor docente. A mi hijo mayor, con 10 años, le abrieron su
primera cuenta de correo electrónico en el colegio sin mi consentimiento; según
la Ley Orgánica
15/1999 los menores
de 14 años no pueden sin consentimiento expreso de sus progenitores. Nos la
cogemos con papel de fumar para curar un arañazo en el patio pero nos saltamos
la ley cuando nos da la gana y nos interesa. ¿Dónde quiero llegar? Sencillo: Tengo la suerte
de tener internet en casa; más que suerte obligación por aquello que para mi
mujer es una herramienta necesaria de trabajo, y si queremos llegar a fin de
mes no nos toca otra. Que sea necesario o no es algo que no voy a discutir
ahora; cierto: me enredo entre palabras como siempre, pero qué coño, ¿por qué
hay que tener internet obligatoriamente? ¿Quién lo paga? ¿Enseñanza gratuita?
¿Nuevas tecnologías al alcance de todos?... Seguiría, pero creo que ya se me ha
entendido.
Y a los
padres ¿qué nos está pasando? Parece que eso de la capa de ozono y el
calentamiento global están haciendo deshacerse nuestras neuronas y nuestro
sentido común. Ya no contentos con vociferar y reivindicar la necesidad de la
conciliación familiar, básicamente necesaria por supuesto, a pesar de atiborrar
a nuestros hijos de actividades extraescolares para “enriquecerles” como
personas o como lo que creamos conveniente (alguna de ellas impuestas por las
propias frustraciones infantiles de los propios padres), ahora vamos y decimos que
nos ponemos en “huelga de deberes”. Alucino; los padres convocan una huelga
para los hijos, ¿cómo es eso? Toda la vida, y digo TODA, ha habido deberes, y
no pocos. Nuestros padres con unos conocimientos precarios la gran mayoría por
falta de estudios, se apañaban a ayudarnos o en algunos casos tenían que pagar
un profesor particular y ahora, que supuestamente nuestra generación está más
formada, con más conocimientos, con otras “miras” decidimos que a nuestros
hijos les tiene agobiados la tarea que les mandan en el cole. Por supuesto ni
nos planteamos que lo que a lo mejor sobra es esa academia de futbol, que
además nos cuesta una pasta, porque sabemos que nuestro hijo es un mini Ronaldo
o Messi, o la hípica, que eso de montar a caballo queda muy espectacular de
cara a la galería… no, lo que sobra es tarea. Y cuando llega el fin de semana
también “practicamos la conciliación” con otro montón de actividades para que
nuestros hijos se realicen y no les falte de nada. Nos hemos convertido en
tiranos con nuestros hijos haciéndoles ver la necesidad de realizar actividades
por el simple hecho que muchos de nosotros no pudimos hacer. Estamos haciendo
que no sean responsables con la única obligación que tienen a su edad: el
colegio y los estudios, y pretendemos liberarlos de ella. En casa, mi mujer y
yo, durante la semana intentamos ayudar hasta donde podemos a nuestros hijos
con la tarea y los estudios; entendemos
que a veces se saturan y sobre todo Mara, la verdad es que ella soporta más esa
carga, hace lo posible para aportar un extra de ayuda, pero los fines de semana
son para hacer cosas en familia: auténtica conciliación; y que ellos hagan las
cosas y actividades que escogen, nos quedemos en casa en El Puerto o nos
vayamos a Villaluenga a desconectar de esa misma saturación que todos sufrimos;
unos por el trabajo que nos da de comer y otros por sus correspondientes tareas
que les convertirán en personas responsables de futuro. También se me ha entendido,
seguro…
Ahora voy a
cambiar, y totalmente apropiada la expresión, de tercio: las corridas de toros.
La gran lacra de los derechos de los animales del S. XXI, el circo de los
rancios conservadores, el espectáculo anacrónico de los de derechas, la gran
cruzada de los que presumen de progresistas. Sé que un tema muy sensible para
alguno de los que considero amigos o para otros que, alejándose de mí por
pensar como pienso, me han demostrado que no lo eran tanto. Intentaré tratarlo
no con objetividad, porque reconozco que no soy objetivo en este tema, pero sí
con el tacto necesario para dar mi opinión sin caer en la descalificación que
otros me han demostrado. Reconozco que en algunos aspectos puedo ser un
“antiguo” y un rancio conservador; yo prefiero definirme como defensor de las
TRADICIONES. Hay gente que considera que las tradiciones son cosa del pasado y
prefieren optar por nuevas costumbres que en la mayoría de los casos no deja de
ser la importación de tradiciones ajenas a las nuestras traídas de otros países
o culturas. No deja de llamar la atención que son precisamente quienes más
defiende el lema de “Prohibido prohibir” los que claman por la prohibición de
estos eventos. La gran arma de los
detractores de estas corridas es la indefensión del animal frente al humano y
el sufrimiento que padece durante toda la lidia. Se habla de indefensión de un
animal que generalmente supera los 500 kg frente a alguien que ronda entre los
75 y 80 kg. Se habla de indefensión de un animal que posee dos astas que superan
los 30 cm, capaces de atravesar cualquier torso, frente al torero equipado con
un capote o muleta y un estaquillador de madera (el estoque, o espada solo se
utiliza en el momento de entrar a matar). La suerte de varas es la más criticada
por el tamaño de la pica o lanza, cuando lo que se clava es una punta de tres
cm de largo por dos de ancho, y en el caso de las banderillas la punta mide 6
cm frente a los 30 o más que tienen las astas del toro; en la envergadura de un
toro esto supone ser como muchas de las heridas que nos hacemos a diario en
nuestra vida cotidiana y que con puntos o
incluso sin ellos se curan. Sobre el dolor que sufren está demostrado
que, al igual que el hombre, el toro produce adrenalina que hace que envista
una y otra vez sin tener en cuenta estos castigos, y ¿no creéis que si
realmente el toro no quisiera seguir la lidia huiría y dejaría de envestir como
hace cualquier otro animal cuando no quiere que se le haga algo o simplemente
que se le moleste? Las ocasiones de
salir mal parado la tienen tanto el animal como el diestro que lo lidia. Una
vez más hay un actor, en este teatro que se ha montado, que como en otras
muchas historias aparece: los medios de comunicación. Esos medios a los que
algunos acusan de manipular las noticias y las imágenes, pero en este caso no,
en este caso muestran la verdad, su verdad, la cruda realidad, más que nada
porque interesa; estos medios declarados objetivos con sus noticias muestran
continuamente una visión desde un prisma desgarrador hacia el toro. Continuamente
dan noticias sobre las manifestaciones y concentraciones de antitaurinos y
ninguna sobre los que defienden la tauromaquia y cómo se desarrolla realmente
la vida de un toro de lidia. En ningún medio, supuestamente independiente, vinculan
el número de seguidores entre los que se encuentran todos los miles y miles que
participan en todo tipo de festejos taurinos activamente o simplemente como
espectadores frente a las irrisorias “masas ingentes” de personas que están en
contra: ¿por qué no se cuenta esa estadística? Esas personas del “prohibido
prohibir” defienden que cuando algo, en su parecer, emborrona la imagen o la
historia de un país hay que borrar todo vestigio de ello para que se olvide y es
a ellos a los que se les olvida que la historia es historia y el mayor error
del ser humano es el olvido porque eso hará que se repita; ¿habría que eliminar
entonces toda huella de civilizaciones en las que el toro fue origen y leyenda
como la cultura minoica y su arquitectura gracias al Minotauro? o las obras
literarias de autores que ellos mismos ensalzan como Unamuno, Lorca o Machado
en las que se ensalza al toro y al torero ¿también habría que eliminarlas de
las bibliotecas? Si el toro de lidia y la tauromaquia han de desaparecer, estoy
seguro que lo harán; pero no pretendan que desaparezca uno solo de ellos,
porque ni el toro de lidia existirá si no existe la Fiesta ni los toreros y
taurinos tendrán sentido si no existe el animal que les hace tener sentido. El
tiempo será el que marque el camino, no el hombre con sus prohibiciones o con
sus censuras por pura política e ideología.
De nuevo la
emoción me ha podido y lo que pretendía que fuese un escrito más escueto se ha
alargado aún dejando cosas en el tintero. Tenía preparados otros temas de los
que “despotricar” pero, mirándolo bien, mejor lo dejo para otro día.
Un saludo y
apretón de mano izquierda. Ya nos vamos viendo…
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