Como ya
escribí la semana pasada, se me quedaron muchas cosas en el tintero y bilis que
soltar y aun con ganarme o empeorar una
posible mala reputación, algo que a estas alturas tengo asumido, voy a
continuar con lo que me quedó pendiente. Sé que hay temas que a algunas
personas les va a revolver las entrañas y no pienso criticar a nadie que pueda pensar
así; es su opción y visión de la vida y aunque no la comparta la RESPETO. Este
blog lo pone claro en su encabezamiento: --Cajón desastre de historias, vivencias, sensaciones y reflexiones de una vida aún en evolución: la mía-- Todo lo que escribo siempre es opinión PERSONAL. Aplaudible
cuando nos gusta lo que leemos y criticable cuando no pero, como he dicho
antes, siempre desde el respeto.
Según el CIS
(Centro de Investigaciones Sociológicas), el segundo tema que más nos preocupa
a los españoles es la corrupción. A todos se nos viene a la cabeza todos los
casos en los que tanto el PP como el PSOE y otros en menor medida llevan pringándose
durante años. ¿Increíble verdad? Sobre el tema ya se encargan otros en gastar
tinta y tinta en las rotativas y teclados fundidos en los ordenadores. Todos
tenemos nuestra opinión, generalmente deleznable, sobre ello; bueno no todos: los
correligionarios de unos y otros siguen apelando a la presunción de inocencia a
pesar de su inclusión en los juicios de esa justicia que ellos mismos dicen
respetar. Mi opinión sobre ese tema requeriría no dos, sino unos cuantos
artículos más; cosa que no pienso hacer porque no merecen ni una sola pulsación
de mi maltrecho “abecedario de mesa”. Cualquier entendido en leyes sé que me va
a discutir, con toda razón, lo que viene a continuación por aquello de que “no
está tipificado como tal”, pero creo que hay muchos delitos como el de tráfico
de influencias, fraude fiscal, prevaricación… y uno que no existe ni está en
esa lista pero que yo, de motu propio, creo que debería existir con el riesgo
de estar yo mismo “delinquiendo”: la falta de ética e inconsecuencia con lo que
decimos pensar. Todos estos casos, sin estar considerados así, deberían de
tener en conciencia el mismo trato que la corrupción; porque si se dice que lo
corrupto, lo podrido, huele mal, no
menos flatulentos son los distintos casos de gente “honrada” que en nombre de
la libertad, de la equidad y de la justicia social actúan y cometen delitos
justificándolos en la conciencia. Hasta cierto punto es loable el jugarse el
tipo por unos fines en los que uno cree pero, al igual, vendría bien ser
consecuente con ellos cuando “te pillan”. Robar para dar de comer a tus hijos
puede sonar a desesperación, pero no deja de ser delito y en el momento en que
esto se hace hay que ser coherente con las consecuencias que esto puede
acarrear. Suena cruel, ¿verdad?, cobarde por mi parte puede pensar alguno, pero
si a la margarita la nombramos “bellis perennis”, no por llamarla por el nombre
científico deja de ser menos bella y no por decir “blattodea” que nadie sabe
que me refiero a cucaracha, deja de ser menos asquerosa. Un refrán viene al
caso y con ello cierro el tema: “Al pan, pan y al vino, vino”.
De nuevo me
voy a meter en un charco lleno de barro que sospecho me haga salir como el
gallo de Morón… Me estoy imaginando a alguien partiendo un tronco con un
martillo… “este tío es tonto, eso se hace con un hacha” pensaríamos. También me
viene a la cabeza un zapatero pegando suelas a lametones para no marearse con
el pegamento… “creerá que su saliva es super-glú”; menudas tonterías se me
ocurren ¿verdad? Ahora me voy a imaginar a un ciervo tumbado a nuestro lado en
el sofá mientras vemos la tele o a un precioso conejo “doméstico” haciendo de
lazarillo a un ciego. Juan, ¿qué te has fumado?... Si tanto unas como otras son
escenas tan estúpidas y surrealistas que ni a los mismos Almodóvar o Tim Burton
se les ocurrirían para sus guiones, parece ser que, a su manera, hay gente que considera
el trato a los animales de la misma manera. A estas alturas nadie me creerá si
digo que estoy en contra del maltrato animal, algo aberrante después de lo que
escribí la semana pasada sobre el toro de lidia, pero es así de cierto; sería
como afirmar que a todos los que defienden los derechos de los animales son
veganos o simplemente no prueban la carne animal. Lo que realmente me repatea
es ver situaciones y escuchar a gente cómo trata a sus animales de compañía
llegando a las expresiones de “mi hijo” o “mi hija”. Estoy seguro que si a una
sola de estas personas le llamase perro o perra se sentiría muy ofendida, pero
desde párvulos aprendí que el padre del gato es el gato y del perro es el
perro. Me repatea ver y escuchar situaciones en las que se pone al mismo nivel
a un animal que a una persona, por muy perra e hija de puta que resulte ser la
susodicha persona. Gente que defiende los derechos de los amigos de dos, cuatro
o cien patas y a la vez pide la pena de muerte para los ajusticiados por
horrendos delitos. Está claro que nunca es conveniente generalizar ni extremar
los polos en nada, pero no es menos cierto que hay una corriente que lleva a la
humanización a los animales olvidando que, como siempre y como en todo, el
sentido común debe primar cuando se llega a ciertos extremos y el mío siempre
ha puesto los derechos y la vida de cualquier ser humano por encima de
cualquier animal; con mayor o menor derecho, pero sin ninguna duda. Lamarck y
Darwin nos hablaron de la evolución a lo largo de miles de siglos, y si bien
todas las especies interactúan en ella, el vértice común siempre ha sido la
supervivencia de las especies aunque a veces eso haya supuesto la desaparición
de unas para la permanencia de otras. Desde hace tiempo el hombre ha decidido
ir también en contra de esa evolución y manipularla a su antojo por medidas
cuanto menos, a veces, estúpidas: la fruta sin pepitas para no molestarse en
apartarlas a la hora de comer. Los animales en muchos casos se han convertido
en víctimas también cuando decidimos que un precioso perro samoyedo, nacido
para el frío ártico, debe vivir en un espacio de 80 metros cuadrados con la
calefacción puesta en invierno, porque su querido “papá” tiene frio, o
vistiéndolo con prendas caninas, cuando es la naturaleza quien les ha dado
herramientas para luchar contra ese frío
o ese calor; y me refiero a estas prácticas por no referirme a otras
muchas que he visto con mis propios ojos que por humanizar, lo que consiguen es
“desanimalizar”. Eso sí me da lástima; que a mí, por pensar así, se me
considere un animal depravado y predador: pues si ha de ser así, que sea.
Este va a
ser breve… el domingo viendo la crónica de la carrera “Ponle freno” salió el
Sr. Cristóbal Cremades, a la sazón Secretario General de la DGT, contándonos
que “La sociedad española tiene que saber que los accidentes de tráfico son
evitables”. Creo que sobra reconocer la labor de asociaciones y fundaciones
dedicadas a trabajar y concienciar a
todos sobre los riesgos de la conducción y de los distintos hábitos que hacen
que esos riesgos se multipliquen. De vez en cuando en televisión se han emitido
programas referentes a esta concienciación y a las consecuencias de las malas
prácticas en el mundo del volante y de la carretera con testimonios de afectados
por estos sucesos poniendo en el mapa, entre otros, al Hospital de Parapléjicos
de Toledo. La cuestión es que la Dirección General de Tráfico continuamente presenta
campañas en las que “echa el muerto” a los conductores, a la antigüedad de sus
vehículos, a las imprudencias, a… y ellos, ¿Cuándo piensa reconocer que el
mantenimiento del sistema vial en España es una mierda?, Se pasan el día
colgándose medallas por los kilómetros
de autovía que inauguran cada día, pero no tienen la vergüenza de ver cómo
muchas de ellas la base del firme no está bien compactado y aparecen
ondulaciones que solucionan poniendo señales de aviso mientras la concesionaria
se lo ha llevado calentito por hacer mal su trabajo y recortar el gasto.
Autopistas que cuando caen cuatro gotas se convierten en auténticas pistas de esquí
acuático, cuya visibilidad no mejora con la reducción de la velocidad por no
hablar de las deficiencias en las carreteras secundarias; esas que muestran
mayores índices de siniestralidad. Dígame Sr Cremades, y la DGT, ¿no tiene que
saber también que esos mismos accidentes de tráfico podrían ser evitables si
ustedes, con sus estómagos agradecidos y su poltrona de piel vuelta tomasen las
medidas convenientes y se gastasen el dinero que dicen no ser con fines
recaudatorios en mejorar la red viaria que hay en vez de seguir y seguir
haciendo carreteras de segunda división?
No sé cómo
lo hago pero, o no se me viene nada a la cabeza o cuando cojo el hilo de algo
es un no parar. La cuestión es que tendré que dejar otros temas para
desarrollarlos de otra manera en otra ocasión.
Sí me gustaría decir que ya que la semana pasada se levantó polémica con
parte del artículo, y sospecho que en este no será menos, como he dicho ya
antes esta es mi opinión personal, y si defraudo por pensar así, lo siento si
es alguien a quien tenga aprecio porque siempre he pensado así, y eso lo saben
sobre todo los que realmente más me conocen que he de decir que son todos gente
de Despeñaperros para arriba.
Un saludo y
apretón de mano izquierda.
Juan J.
López Cartón.