Todos hemos
oído alguna vez eso de “la familia no se elige, los amigos sí”. Y aunque en
cierta manera es una gran verdad, esta opción no deja de estar dentro del bucle
que es nuestra vida, el boomerang o como un físico lo expresaría: la relación
“causa-efecto”.
Ese bucle,
esa causa-efecto, creo que están directamente relacionados con algo que en
varias ocasiones he hecho hincapié: la educación y la “herencia” que recibimos
de niños por parte de nuestros padres y de los estímulos que nos van llegando;
y es que todos esos factores hacen que creemos nuestros propios “filtros” a la
hora de escoger a la gente que queremos nos acompañe en nuestro camino de la
vida.
“No
fastidies”, diría alguno. “¿Cómo es eso? Toda la vida pensando que soy yo quien
elige a esas personas y no mis padres ni mis maestros ni toda la parentela y
vas tú y me dices que eso tampoco lo elijo yo libremente”; y así lo afirmo
porque es cierto que la decisión final es nuestra pero para tomarla tenemos en
cuenta ciertos criterios que vienen dados de
más atrás: la educación recibida; y esta elección no es tanto en gustos,
porque un hippie realmente puede hacerse amigo de un heavy, sino por el fondo
porque en la amistad siempre se ve más allá de lo que captan nuestras retinas.
Por supuesto
que con los años y la madurez somos nosotros mismos los que vamos refinando
esos criterios, los que la criba que utilizamos en nuestra niñez la convertimos
en fino tamiz que solo preserva la esencia de lo que queremos que sea una
auténtica amistad, pero dice el refrán que “quien tuvo retuvo” y es que la
esencia, el poso que originó nuestra definición propia de amistad se mantiene a
lo largo de toda nuestra vida.
Todos los
que tenemos cierta edad recordaremos de nuestra época de estudiantes nuestros
archivadores y carpetas rellenas de frases y dedicatorias escritas por nuestros
compañeros y amigos de aquel tiempo, os aseguro que yo las conservo todas. La
gran mayoría, leídas hoy, contienen tal ñoñería que nos hacen ruborizar y
pensar en lo críos e inocentes que éramos, aunque en aquel momento esa frase:
“los amigos son como los taxis, cuando hay mal tiempo escasean” cobraba un
significado de fidelidad y de unión eterna. Esas carpetas con las nuevas
tecnologías se han convertido en los muros de nuestras redes sociales y con
escribir en cualquier buscador “frases de amistad”, te encuentras con miles de
ellas igual que te puedes encontrar con miles de personas, pero sí es cierto
que contando con un poquito de tiempo, muchas de ellas se convierten en fiel
reflejo de alguien en concreto que fue, es o será nuestro amigo. Me gustaría
compartir alguna de ellas con vosotros.
“Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a
pesar de ello te quiere” (Elbert Hubbard, ensayista estadounidense, 1856-1915).
Porque es cierto que un auténtico amigo se convierte en confesor de todo tu yo,
no solo de lo que te ocurre, sino también de lo que piensas y sientes, por muy
retorcidos que sean esos pensamientos, sigue llamándose Amigo tuyo.
“El que busca un amigo sin defectos se queda
sin amigos” (Proverbio turco). Y es
que cuando hablamos de amistad no podemos pensar en un canon como hacían los
griegos con la belleza. La amistad no entiende de perfecciones, porque quien
busca una amistad perfecta se pasará la vida solo.
“Los verdaderos amigos se tienen que enfadar
de vez en cuando” (Louis Pasteur 1822-1895). ¿Quién tendría valor de
asegurar que nunca se enfadó con un amigo? No creo que nadie pueda aseverar tal
afirmación, pero también es cierto que cuando esa amistad es real la
reconciliación sirve si cabe para afianzar más esa amistad, sin tener en cuenta
el tiempo o la distancia que haya provocado ese enfado.
“La amistad duplica las alegrías y divide
las angustias por la mitad” (Sir Francis Bacon (1561-1626). Todos hemos
reído y llorado alguna vez con un amigo. Muchas de esas veces mientras
escuchábamos llorar nos hemos sumado a esa pena y llorado con nuestro amigo y
eso ha hecho que la pena se haga más llevadera y la alegría más completa.
“A veces, sin darnos cuenta, disfrazamos de
amistad, incluso de amor sentimientos de soledad y frustración. En esas
ocasiones es necesario abrir los ojos y valorar lo que nos alejó de lo nuestro
y nos acercó a lo ajeno para tomar decisiones que aunque duelan son las
correctas”. Termino con esta frase de mi cosecha que me acaba de pasar por
la cabeza pensando en las veces que abrumados por los malos momentos que nos
toca vivir nos agarramos a alguien como tabla de salvación. Realmente esa
persona que nos auxilia, nos cobija y comparte con nosotros nuestros
sentimientos y frustraciones se transforma en un amigo de verdad, pero también
es cierto que en ocasiones se convierte en un peligro que hace que el ser
consecuente pase a un segundo plano con tal de sentirte a gusto.
Recibid un
fraternal saludo y un apretón de mano izquierda.
Juan J.
López Cartón.