La semana pasada comencé lo que me
gustaría fuese un repaso por los regalos que he recibido de la vida no solo a
yo, sino a la mayoría de la gente. Todos estos regalos, en lo que a mí
respecta, están reflejados en montón de ejemplos. Yo, a renglón seguido de cada
uno de ellos, os quiero hablar de esos ejemplos mostrándolos en uno concreto; y
si la semana pasada hablaba del regalo de la amistad, hoy voy a compartir con
vosotros esa vivencia de auténtica amistad en la persona del Grupo Juvenil
“Hoguera Viva”.
En uno de los artículos del mes de
febrero, titulado “Cuatro pilares” me refería, como uno de esos pilares, a este
grupo de jóvenes que todos las tardes de los sábados nos reuníamos en uno de
los salones de la parroquia. El Grupo surgió como una alternativa a esos
adolescentes recién confirmados que querían seguir formándose y actuando en su
parroquia; descubrirlos para mí, recién
salido del seminario, supuso mucho más que encontrar una manera de seguir
caminando y buscando.
Cuando digo actuando en la parroquia
es porque no se trataba sólo de seguir formándonos a base de catequesis, sino
que hacíamos de todas nuestras actividades auténticas clases de vida cristiana.
También teníamos nuestras reuniones de formación y convivencias, por supuesto,
pero todo iba enfocado y dirigido al servicio de nuestra comunidad y de los
distintos colectivos y organizaciones que fueron sumándose a la vida del Grupo.
Podría hablar con nombres y
apellidos de todos los que nos juntábamos y convertíamos los sábados en algo
más que una reunión porque cuando terminaba esta, la mayoría de las ocasiones,
continuaba en las salidas del sábado-noche. Hoguera Viva era mucho más que un
Grupo de parroquia, Hoguera Viva era una auténtica fábrica de Amigos. No sabría
decir en número la cantidad de personas que año tras año se fue sumando a la
aventura porque seguro me equivocaría. Como en todas las experiencias de la
vida hay mucha gente de paso; gente que llega con gran ilusión pero después no
es capaz de “aguantar el ritmo”, porque eso es lo que diferenciaba a Hoguera
Viva del resto de los grupos: su vida, sus objetivos eran una carrera de fondo
en la que continuamente iba planteando y superando sus propios objetivos y
cuando de encontrar objetivos a largo plazo se trata hay que tener bien
hinchados los pulmones y el corazón para aguantar el tirón; algo que si no hay
conciencia de unión y amistad, si no hay ilusión, se convierte en una tarea
complicada. Hoguera Viva hacía de esas tareas, de esos objetivos, algo habitual
en su vida y en su sino.
Está claro que al igual que todos
nosotros fuimos creciendo y madurando el Grupo también fue evolucionando en sus
objetivos y en sus miras. Si tras una formación lo que corresponde es la
acción, Hoguera viva fue haciéndose mayor y también crecieron sus “ambiciones”
hacia la ayuda a los demás. Desde aquella pequeña biblioteca montada en un
cuartucho de la parroquia, involucrando para su creación a toda la gente,
pasando por la colaboración con una recién nacida asociación de rehabilitación de toxicómanos como Centro
RETO; sí, esa que todos conocemos hoy día en sus inicios en Valladolid, en el
pueblo de Renedo para ser concretos, tuvo el apoyo y la ayuda de Hoguera Viva, hasta
el hecho que gente del Grupo disfrutase con la experiencia misionera en Bolivia
de mano de la congregación Misioneros del Verbo Divino y los mercadillos para
vender todas las chompas, ponchos, chalecos, tapices y demás artículos que se
traían de allende los mares; esa gran evolución en el compromiso hacían del
Grupo y de sus componentes algo especial a la hora de ver la ilusión con la que
acometía cada una de sus “empresas”.
La colaboración, trabajo y apoyo a
los Misioneros del Verbo Divino, podría definirse como el Gran Proyecto del
Grupo. Esos viajes al Altiplano boliviano como voluntarios por parte de
compañeros pasó a formar parte del día a día de Hoguera Viva y la involucración
con el Proyecto Cinca en El Alto, y en la ONG Alba, correa de transmisión de
todo ello, pasó de ser una pasión a un medio de vida para más de uno.
Conforme pasaron los años, aquellos
adolescentes cercanos a la mayoría de edad fueron creciendo y forjando sus
propios proyectos de vida. Hasta qué punto se vivía la amistad allí que incluso
algunos no concibieron el futuro sin tener a otra persona del Grupo por el
resto de la vida y también surgieron matrimonios y parejas “eternas”. También
los hubo que nuestro camino se alargó, y los kilómetros distanciaron los
cuerpos, pero no con ello el amor, cariño y Amistad. Esos proyectos de vida han
ido trayendo vástagos que con el ejemplo que han visto y oído de los mayores
también mueven conciencias y luchan, ahora desde su temprana edad, por un mundo
más justo, como en su día lo hacía Hoguera Viva.
Tras más de 25 años desde entonces,
aunque el grupo como tal dejó de existir porque así lo dictó el tiempo, no lo
hicieron los lazos que nos unían; prueba irrefutable de ello es que el tiempo no
ha empequeñecido lo más mínimo todo aquello, si acaso lo ha engrandecido en
nuestros hijos que unos más cerca y otros más lejos están en contacto a través
de las nuevas tecnologías y aprovechan las ocasiones en las que los “jóvenes de
Hoguera Viva” se vuelven a juntar con cualquier escusa, vuelven a coger sus
guitarras, a contar batallas, a revivir y continuar viviendo la verdadera
Amistad.
Como ya he dicho podría nombrar a un
montón de esos jóvenes, pero lo voy a hacer sobre todo en tres personas que
creo que fueron las principales “alma mater” que tuvo el grupo en las distintas
etapas por las que avanzó: Aniceto, Toño “Cate” y Eva. Todos los demás estamos
incluidos en ellos igual que por el simple hecho de oír nombrar a HOGUERA VIVA,
todos contestaremos: aquí estamos.
Recibid un fraternal abrazo y un
apretón de mano izquierda.
Juan J. López Cartón.
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