lunes, 25 de mayo de 2015

EN TODAS PARTES CUECEN HABAS...


            Escribo estas palabras un sábado. Aunque para algunos no es un sábado normal, porque les gusta más llamarlo “día de reflexión” ante la cita de mañana con las urnas, para mí es un sábado más porque llevo ya demasiado tiempo observando y reflexionando ante el panorama electoral que tenemos. Bueno, no es un sábado más ya que por circunstancias este fin de semana me toca quedarme en El Puerto en vez de disfrutar de mi retiro semanal en Villaluenga; eso es lo único que hace que para mí no sea un sábado más.

            Yo, poco dado a hablar de política; con mis propias ideas por supuesto, respetando siempre las ideas de los demás, quiero expresar mi opinión y que lo que conocí en mis primeros años de “votante censado” como campaña electoral no tiene nada que ver con lo que hoy día entienden como tal la clase política y sus más exacerbados seguidores.

             “En todas partes cuecen habas y en mi casa a calderadas” dice un refrán castellano. Lo que parece ser es que todos se quedan con la primera parte del dicho y se olvidan de la segunda. Ni pertenezco ni es mi idea pertenecer a ninguna sigla; es más, si lo hiciese estaría acojonado como César cuando dijo aquellas palabras de “Tu quoque fili mi”, porque está visto que en el panorama actual nadie puede poner la mano en el fuego por nadie. Cualquiera que milite en un partido político debe estar con las carnes abiertas, porque ya está más que demostrado que en el dicho de “la mujer del César no solo tiene que ser decente, sino también parecerlo”  se quedan solo con lo de “parecerlo” y llenándoseles la boca hablando de las bondades de sus representantes  en cualquier momento pueden necesitar utilizar el latín como hizo Julio César mientras su hijo Bruto le apuñalaba.

            Y es que parece ser que las reglas del “juego” han cambiado. Los supuestos quince días previos a cualquier cita electoral se han ampliado a un permanente periodo de broncas, olvidando lo que se supone que es el fin de una campaña electoral: dar a conocer un “programa” para que los votantes puedan optar por el partido político que más les represente.

            No es normal que en un país, supuestamente democrático, en el que los políticos miran únicamente por los ciudadanos y por la economía de éstos, con la que está cayendo, haya que gastarse en un año plenamente electoral (supuestamente dos citas, ampliadas gracias a la Junta de Andalucía  y la Generalitat de Cataluña a cuatro, posiblemente cinco si se repite alguna) más de 420 millones de “leuros” en toda la parafernalia, de los que más de 160 millones son subvenciones para los partidos políticos (por cierto, un 84% más que en 2014 por aquello de ser año electoral). No cuento los 105 millones que costaron hace unos meses las “europeas”. Dinero que sale de los bolsillos maltrechos de TODOS los españoles, voten o no, estén afiliados o no a cualquier partido. Yo desde luego lo veo una TREMENDA VERGÜENZA, así de sencillo, mientras el 27 % de la población en España está en riesgo de pobreza o exclusión social, y a aquellos que nos representan no les tiembla la mano a la hora de firmar estas cantidades en los presupuestos para “beneficio de la democracia”.

            Es más, con datos de diciembre de 2012, los partidos políticos españoles debían a las entidades financiaras más de 237 millones de “leuros”, cantidad que en año electoral aumenta, ya que hay que pagar los “gastos obligados de campaña”. Nos echamos las manos a la cabeza porque se llegó a sugerir que estos bancos condonasen dicha deuda. Estos mismos bancos que son capaces de dar patadas a diestro y siniestro para ECHAR DE SUS CASAS, a cualquiera; bueno, no a cualquiera, solo a los que no tienen dinero para defenderse de semejantes LADRONES. Para cuando un desalojo, un desahucio o un embargo de una sede política, para cuando una “dación en pago” que más de uno de a pie firmaría ya mismo con tal de no arruinarse la vida.

            Decía antes que parece ser que las “reglas” del juego electoral han cambiado. Llevo tiempo en que me da asco ver noticias de política en prensa, televisión, internet, y demás medios a mi alcance. Llevo tiempo observando el cinismo con que muchos defienden sus ideas políticas a costa de machacar a los que no piensan igual, incluso poniendo en juego sin ningún pudor relaciones de amistad de muchos años atrás. Un cinismo que en el caso de algunos políticos hacen que se me revuelvan las tripas, y digo políticos y no Partidos, porque cuando yo hablo en nombre de un colectivo el que habla soy yo, no el colectivo, por lo que el que hiere no es otro que el que abre la boca o escribe la ofensa aun conociendo la realidad del grupo al que representa.

            Nunca antes, en los previos de ninguna cita electoral, se había llegado al nivel de insultos, menosprecios, ofensas y groserías que se ha alcanzado en los últimos meses. Los mítines-batallas electorales clásicos en la calle han pasado a igualarse dentro y fuera de las Cámaras Institucionales. Ya no es necesario asistir a uno de ellos para escuchar las bravuconadas del candidato de turno, solo hay que leer la prensa o ver la televisión para ver una mala copia de aquellos inmortales de los que “solo puede quedar uno”, como si de la arena del Coliseo se tratase. Este es el ejemplo que ellos, garantes de la democracia y de los valores humanos, trasmiten a la sociedad: “te puedo decir lo que me dé la real gana, echarte toda la mierda del mundo encima en voz alta, que es lo que hay y lo que vale: ¿te enteras?”, con la consiguiente llevada de manos a la cabeza cuando entre niños escuchamos las discusiones que oímos en la calle.

            Y ¿qué me dicen de la “pelea de los carteles”?. A parte del dinero tirado para ver los caretos photoshopeados del candidato que solo vemos por la calle cuando pide el voto “prestado”, la apariencia de anuncio de la llegada del circo a cualquier pueblo o ciudad cuando paseas por la calle, el “no pongas tu cartel encima del mío”, el “yo escojo los mejores sitios y te jodo tu campaña”… fíjate que la mejor reflexión para un día como hoy sería organizar una gran “despegada de carteles” para que los espacios públicos recuperasen su apariencia. Un signo inequívoco de reflexión en el que la mejor manera de no hacer campaña sería retirar esos postines para que realmente se pueda reflexionar el voto dando un paseo sin necesidad de marearse viendo siglas y papeles pegados con cola de la mala que se despegarán y volarán provocando incluso un accidente de tráfico.

            Señores políticos, afiliados, simpatizantes, defensores… Hagan el favor de, en loor del sentido común y la educación, ser contrincantes dignos. Nadie pretende que se “coman la boca” por las esquinas, pero al menos demuestren que tienen la gallardía de ser  personas y no ladrones de votos. Porque si ustedes viven en mi casa porque no me queda otro remedio, y no puedo echarles de ella por tener el mismo derecho que yo de morar dentro, no me hagan tener que coger las maletas e irme a cocer habas a otra parte.

            Recibid un fraternal abrazo y un apretón de mano izquierda.


            Juan J. López Cartón.

lunes, 18 de mayo de 2015

LA SOGA DEL AHORCADO Y EL FUNAMBULISTA


            Muchas veces la vida es un continuo paseo hasta el patíbulo. Tomamos decisiones inadecuadas y resultamos reos de nuestras propias acciones. Cuando estamos en el patíbulo, cuando notamos la aspereza de la pita trenzada que acaricia nuestro cuello, cuando nuestras piernas y nuestro cuerpo entero tiemblan como una hoja mecida a su antojo por una suave brisa, cuando miramos al cielo o al infierno diciendo que no merecemos tal condena, de reojo adivinamos al verdugo sujetando la palanca que activará el mecanismo que hará que el suelo de madera que pisamos desaparezca bajo nuestros pies. Si tenemos suerte el alguacil se te acercará y nos ofrecerá esa última voluntad, ese último pitillo, que aun sabiendo que después no habrá otro, fumamos con el ansia del que no espera que amanezca al día después.

            Esta imagen a la gran mayoría os habrá transportado al sofá de casa mientras veíais una película del oeste de las de antes. La vida de todos, por lo limitado de su duración, porque en ella surgen, se quedan y se van continuamente los personajes, con un “actor protagonista” que es el dueño del guion y se suceden los acontecimientos, desdichas y alegrías de los que en ella participan, vista por los demás desde su “cómoda butaca” puede resultar también una película.

            ¿Cuántas veces a lo largo de esa película que es nuestra vida nos encontramos subidos al patíbulo? Todas esas veces en las que parece que una situación nos ha llevado a una vía muerta en la que ya no hay posibilidad de avanzar.

            Conocemos la dificultad de educar unos hijos que con todo el cariño, mimo y cuidado hemos procurado que aprendiesen a hacer las cosas bien. Ellos, como seguro que en su día hicimos los demás, se empeñan casi siempre involuntariamente en hacernos sentir con la soga al cuello con multitud de situaciones en las que el “tira y afloja” se hace insoportable y en cierta manera estás deseando que el verdugo accione esa maldita palanca para detener la continua preocupación de intentar hacer las cosas bien.

            En unos momentos en los que ese trabajo que nos mantiene a nosotros y nuestras familias se convierte en una tortura día a día, porque nos sentimos desmotivados, doloridos o maltratados. Una alegría que se supone “bendita” por el hecho de tener un privilegio, que a otros muchos les falta, puede llegar al punto de desear no quererse levantar un día para ser cómplice de una vida que hemos llegado a aborrecer por momentos.

            Situaciones en las que el vil metal nos marca el camino hacia el precipicio. Un mal cálculo, un gasto inesperado, una mala planificación o simplemente mala suerte a la hora de considerar que somos dueños de nuestros gastos cuando las obligaciones y ocasiones te llegan de la manera más insospechadas. Una vida en las que llevamos haciendo números y cávalas para que todo nos cuadre; que parece que, como si de un puzzle se tratase, tenemos todas las piezas ordenadas y colocadas para que todo salga bien y sin saber por qué las piezas se dan la vuelta y descubrimos que no encajan como encajaban un minuto antes. Ese castillo de naipes que hemos ido levantando con todo el cuidado, colocando suavemente cada una de las cartas y por un mal cálculo todo se viene abajo.

            Ese “santuario” que tanto nos costó encontrar; en el que día a día fuimos depositando tiempo, ilusiones y planes. Un “santuario” en el que cuidamos con todo detalle que nadie llegase a profanar su calma, su silencio y sentimos cómo poco a poco se convierte en un mercado lleno de voces y de trasiego. Que descubrimos cómo motivos ajenos a él ponen en peligro su existencia y van arrancando cada una de las causas que hicieron y hacen de él nuestro sitio sagrado. Conseguir mantener ese rincón puede convertirse también en las manos del verdugo que ajustan la maldita soga que hace que nos cueste respirar.

            A veces nuestra vida también la podemos comparar con el funambulista que, si bien no se encuentra en un punto final de la vida, tiene ante sí un estrecho, duro y doloroso camino en el que un solo error le puede hacer caer al abismo.

            Nos preguntamos a diario porqué debemos subir a lo alto de la torre de la que pende el cable de acero que será nuestro camino. Con solo una pértiga que nos dará o nos quitará el equilibrio damos un primer paso que sabemos que no será el último porque mientras haya cable tendremos que seguir avanzando. En el cable no existe escapatoria posible. Solo la determinación de avanzar será la que nos haga llegar al final.

            Buscamos la posibilidad de encontrar un cable más grueso por el que avanzar, un camino más cómodo que evite el dolor que causa en nuestros pies la marca del puñetero acero clavándose bajo nuestras plantas.

            Un camino en el que no hay espacio para compañía alguna. A un extremo y a otro del cable se mezclan los gritos de la gente que nos apoya y la gente que está deseando que caigamos. No nos podemos permitir un segundo de distracción para discernir ni distinguir de quién es cada una de las voces que escuchamos porque necesitamos toda nuestra concentración para avanzar y no caer. Sólo el llegar al final nos mostrará a los que nos abrazan y se alegran y a los que abandonan el sitio tras su fracaso de no habernos visto perecer.

            En ocasiones la pelea y el peligro no se encontrará solo bajo nuestros pies sino también en nuestra cabeza. La continua tentación a darnos por vencidos y dejar de avanzar; dejarnos caer para terminar con el suplicio, será una batalla más que tendremos que afrontar.

            Unas veces en el patíbulo, otras veces sobre el cable de acero, la cuestión es que nunca nos podemos dar por vencidos. Por supuesto que lo fácil, lo cómodo es dejar que el curso de los acontecimientos nos hagan terminar colgados de la soga o caídos al vacío pero hemos de ser combatientes y no dejar de luchar por seguir retomando un camino con más o menos dificultades pero en el que hay espacio para la compañía de los que queremos se hagan compañeros de nuestra vida.

            Recibid un fraternal saludo y un apretón de mano izquierda.


            Juan J. López Cartón.

lunes, 11 de mayo de 2015

BUSCAR TRES PIES AL GATO


            El ser humano es la única especie del planeta capaz de empeñarse en encontrar agua en medio del desierto y brasas candentes en medio de un glaciar con tal de salirse con la suya y decir que él tenía la razón (pensamiento personal).

            Hacía mucho que parecía que había desaparecido. Solo en pequeños círculos de gente muy concreta se seguía hablando casi desde la clandestinidad de ello. La imagen que encabeza este artículo es una prueba más de ello, en cuanto que he perdido la cuenta de las veces que me han preguntado “¿qué es eso que llevas colgado al cuello?”. Cuando les explicas lo que es y sobre todo lo que significa, en su cara se suele dibujar una expresión mezcla de sorpresa y de pensar: “sí realmente eres un bicho raro” pero no, esta cruz “tan curiosa” simboliza mucho más de lo que se puede ver con una simple mirada.

            Una vez más la prensa está “desempeñando” su papel en este teatro que es la sociedad. Llevamos  tiempo ya, se podría decir que desde que Francisco se sentó en la silla de Pedro, que estas cuatro palabras: “Teología de la Liberación” parece que quieren que se vuelvan a leer y a escuchar; como si hablásemos de algo que podemos tratar igual que una moda vintage, que vuelve con el tiempo, cuando jamás dejó de estar presente.

            El primer titular que sonó fuerte fue aquel en que Francisco se reunía en privado con Gustavo Gutiérrez Merino, promotor y evangelizador para unos, díscolo y revolucionario para otros. Después han ido surgiendo de vez en cuando, sin prisa pero sin pausa, distintos artículos y documentos; alguno de ellos para revolcarse de la risa por el trasfondo que buscaban en un momento en que la Iglesia como Institución está dando mucho que hablar. Cierto es que también se ha vuelto a acercar el micrófono a los que llevaban tiempo enmudecidos, muchos de ellos por obligación de Roma, y desde la sobriedad y cautela parece que hay un punto en común: Corren aires nuevos en El Vaticano y en la Iglesia.

            En el tiempo que llevo documentándome para escribir estas pocas líneas, por aquello de la necesidad de no quedarme solo con mis ideas, sino que mi opinión al menos se vea enriquecida por lo que los demás piensan, ha habido momentos en los que he tenido que detener mi lectura y volver atrás para releer la autoría de lo escrito ante el asombro y la perplejidad que me producían ciertas frases. Desgraciadamente de cuanto más “arriba” venían, más sangrantes eran las expresiones y más destructivos los adjetivos utilizados. La conclusión era simple; una vez más me preguntaba ¿dónde está el amor y la corrección fraterna?
            Que unas ideas, surgidas antes de lo que la mayoría cree; me incluyo yo en esa mayoría, y a mucha distancia de donde se ha querido dar la exclusividad, resulten fructíferas años después a miles de kilómetros de donde se fraguaron con un pueblo que necesitaba de esas ideas, y con gente comprometida, sacerdotes principalmente, capaces de hacer llegar esas ideas y que por fines políticos y económicos, simple vil metal en el fondo, se quiera hacer ver que un mundo más justo no puede ser más que la injusticia no, amigos, eso no es normal.

            Durante décadas la Iglesia se ha empeñado en extender su Evangelio a golpe de agua bendita. Sí, como suena. ¿Quién no tiene esa imagen del misionero que llega al mal llamado Tercer Mundo, y va bautizando y leyendo la biblia a diestro y siniestro como si por aumentar el número de los bautizados se aumentase el número de redimidos? Surgieron frases tan bonitas como “No le des peces, enséñale a pescar”  cuando lo que necesitan es que tú te sientes con tu caña a su lado y pesques con él.

            La demonización vestida de marxismo, en la que al parecer el propio Karl Marx se reencarnaba en cada persona que luchaba por el Evangelio y por los que por no tener no tenían ni esperanza; en una lucha que cierto es que hubo pastores que no midieron sus pasos y se excedieron en su afán de pelear del lado del pobre, pero que se crucificó a la totalidad de “embajadores de la Palabra” con palabras y gestos que dudo mucho que el Maestro hubiese dado por buenas, no hubo proporcionalidad a la hora de escuchar esas voces.

            Siempre se ha culpado en sociedades jerarquizadas a los que estaban en la cima de no conocer la realidad del que se encuentra en los últimos peldaños de esta escalera que es el mundo. Nos inventamos la diplomacia para tener representantes y embajadores que nos hiciesen de enlace para ese fin, y casi siempre el embajador contaba lo que le daba la gana, no la realidad, como si del juego del “teléfono loco” se tratase en el que el mensaje recibido se va distorsionando por cada oído que pasa antes de llegar al destinatario. De vez en cuando, en un gesto de magnánimo acercamiento, el poderoso baja la escalera y se pasea entre el bullicio, no sin que antes hayan ido los correspondientes enviados para “preparar y limpiar” el terreno con el fin de evitar situaciones molestas.

            La Iglesia, desgraciadamente, no ha escapado a ese círculo del poder y se ha jerarquizado igual que cualquiera y en contra de lo que su Maestro indicó: “El que quiera ser el más importante entre ustedes, debe hacerse el servidor de todos, y el que quiera ser el primero, se hará esclavo de todos. Sepan que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10,43-45), y cuando hubo embajadores de la palabra que quisieron servir y contar la realidad se les mandó callar, en el mejor de los casos, o se les condenó al ostracismo y al destierro; y esto no es algo que me invente por rebeldía protestona: nombres como Leonardo Boff, Jon Sobrino, Ernesto Cardenal, Pedro Casaldáliga, José María Castillo y muchos más han sido voces que clamaban justicia y que fueron silenciadas. Por no hablar del silencio, de la falta de consideración hacia los mártires de la Teología de la Liberación: más de 1800 sacerdotes, religiosos y religiosas torturados y 69 de ellos asesinados. La Iglesia en su momento se limitó a condenar estos hechos, pero no ha sido hasta ahora que se les ha valorado su sacrificio como martirio.

            No deja de ser sorprendente que Oscar Romero, que por los 25 años de su asesinato está en la palestra porque la Fiscalía de este país quiere retomar el caso, mártir por los pobres, tenga el reconocimiento de otras religiones más que de la Religión Católica; que incluso la Comunión Anglicana lo tenga incluido en su santoral siendo uno de los diez mártires del siglo XX representados en las estatuas de la Abadía de Westminster, en Londres. Ha sido necesaria la llegada de Francisco para que se abra su Proceso como mártir y santo al igual que en el caso de Ignacio Ellacuría y otros muchos.

            Se respira aire fresco en la Iglesia del S. XXI; tal vez porque, esta vez, quien ocupa el puesto de Pedro bebió de esa fuente, de ese sufrimiento antes de llegar a donde está, y sigue haciéndolo porque de todos es sabido de “sus correrías” volviendo loca a la Seguridad Vaticana para estar, desde el anonimato y la discreción, al lado del desfavorecido. Siempre he opinado que espero que el Espíritu, junto al báculo, le colocase un buen escudo porque de sobra sabe de dónde le pueden llegar los peores ataques. Un Papa que baja los peldaños de S. Pedro sin “enviar antes a nadie a quitar los baches para no tropezarse”, es un Papa valiente; eso sí, que nadie espere que en dos días todo cambie de manera rotunda porque eso no es así. Si tú compras una casa en ruinas y quieres mantenerla en pie, la reforma no se hará de un día a otro, se necesitará tiempo y mucha mano de obra para que al final llegues a poder vivir en ella.

            Recibid un fraternal abrazo y un apretón de mano izquierda.

            Juan J. López Cartón.


N.A. Por la complejidad de lo tratado y por la limitación de espacio, el artículo de hoy es solo un paso leve por un tema comprometido a la vez que interesante dentro de nuestra querida Madre la Iglesia. Como siempre, mi intención es solo divulgar y dar pie a compartir ideas y abrir nuestras mentes a temas que no por desconocidos o aparentemente crispantes han de ser ignorados por nadie.

lunes, 4 de mayo de 2015

HOGUERA VIVA: ECHA LEÑA AL FUEGO



            La semana pasada comencé lo que me gustaría fuese un repaso por los regalos que he recibido de la vida no solo a yo, sino a la mayoría de la gente. Todos estos regalos, en lo que a mí respecta, están reflejados en montón de ejemplos. Yo, a renglón seguido de cada uno de ellos, os quiero hablar de esos ejemplos mostrándolos en uno concreto; y si la semana pasada hablaba del regalo de la amistad, hoy voy a compartir con vosotros esa vivencia de auténtica amistad en la persona del Grupo Juvenil “Hoguera Viva”.

            En uno de los artículos del mes de febrero, titulado “Cuatro pilares” me refería, como uno de esos pilares, a este grupo de jóvenes que todos las tardes de los sábados nos reuníamos en uno de los salones de la parroquia. El Grupo surgió como una alternativa a esos adolescentes recién confirmados que querían seguir formándose y actuando en su parroquia;  descubrirlos para mí, recién salido del seminario, supuso mucho más que encontrar una manera de seguir caminando y buscando.

            Cuando digo actuando en la parroquia es porque no se trataba sólo de seguir formándonos a base de catequesis, sino que hacíamos de todas nuestras actividades auténticas clases de vida cristiana. También teníamos nuestras reuniones de formación y convivencias, por supuesto, pero todo iba enfocado y dirigido al servicio de nuestra comunidad y de los distintos colectivos y organizaciones que fueron sumándose a la vida del Grupo.

            Podría hablar con nombres y apellidos de todos los que nos juntábamos y convertíamos los sábados en algo más que una reunión porque cuando terminaba esta, la mayoría de las ocasiones, continuaba en las salidas del sábado-noche. Hoguera Viva era mucho más que un Grupo de parroquia, Hoguera Viva era una auténtica fábrica de Amigos. No sabría decir en número la cantidad de personas que año tras año se fue sumando a la aventura porque seguro me equivocaría. Como en todas las experiencias de la vida hay mucha gente de paso; gente que llega con gran ilusión pero después no es capaz de “aguantar el ritmo”, porque eso es lo que diferenciaba a Hoguera Viva del resto de los grupos: su vida, sus objetivos eran una carrera de fondo en la que continuamente iba planteando y superando sus propios objetivos y cuando de encontrar objetivos a largo plazo se trata hay que tener bien hinchados los pulmones y el corazón para aguantar el tirón; algo que si no hay conciencia de unión y amistad, si no hay ilusión, se convierte en una tarea complicada. Hoguera Viva hacía de esas tareas, de esos objetivos, algo habitual en su vida y en su sino.

            Está claro que al igual que todos nosotros fuimos creciendo y madurando el Grupo también fue evolucionando en sus objetivos y en sus miras. Si tras una formación lo que corresponde es la acción, Hoguera viva fue haciéndose mayor y también crecieron sus “ambiciones” hacia la ayuda a los demás. Desde aquella pequeña biblioteca montada en un cuartucho de la parroquia, involucrando para su creación a toda la gente, pasando por la colaboración con una recién nacida asociación de  rehabilitación de toxicómanos como Centro RETO; sí, esa que todos conocemos hoy día en sus inicios en Valladolid, en el pueblo de Renedo para ser concretos, tuvo el apoyo y la ayuda de Hoguera Viva, hasta el hecho que gente del Grupo disfrutase con la experiencia misionera en Bolivia de mano de la congregación Misioneros del Verbo Divino y los mercadillos para vender todas las chompas, ponchos, chalecos, tapices y demás artículos que se traían de allende los mares; esa gran evolución en el compromiso hacían del Grupo y de sus componentes algo especial a la hora de ver la ilusión con la que acometía cada una de sus “empresas”.

            La colaboración, trabajo y apoyo a los Misioneros del Verbo Divino, podría definirse como el Gran Proyecto del Grupo. Esos viajes al Altiplano boliviano como voluntarios por parte de compañeros pasó a formar parte del día a día de Hoguera Viva y la involucración con el Proyecto Cinca en El Alto, y en la ONG Alba, correa de transmisión de todo ello, pasó de ser una pasión a un medio de vida para más de uno.

            Conforme pasaron los años, aquellos adolescentes cercanos a la mayoría de edad fueron creciendo y forjando sus propios proyectos de vida. Hasta qué punto se vivía la amistad allí que incluso algunos no concibieron el futuro sin tener a otra persona del Grupo por el resto de la vida y también surgieron matrimonios y parejas “eternas”. También los hubo que nuestro camino se alargó, y los kilómetros distanciaron los cuerpos, pero no con ello el amor, cariño y Amistad. Esos proyectos de vida han ido trayendo vástagos que con el ejemplo que han visto y oído de los mayores también mueven conciencias y luchan, ahora desde su temprana edad, por un mundo más justo, como en su día lo hacía Hoguera Viva.

            Tras más de 25 años desde entonces, aunque el grupo como tal dejó de existir porque así lo dictó el tiempo, no lo hicieron los lazos que nos unían; prueba irrefutable de ello es que el tiempo no ha empequeñecido lo más mínimo todo aquello, si acaso lo ha engrandecido en nuestros hijos que unos más cerca y otros más lejos están en contacto a través de las nuevas tecnologías y aprovechan las ocasiones en las que los “jóvenes de Hoguera Viva” se vuelven a juntar con cualquier escusa, vuelven a coger sus guitarras, a contar batallas, a revivir y continuar viviendo la verdadera Amistad.

            Como ya he dicho podría nombrar a un montón de esos jóvenes, pero lo voy a hacer sobre todo en tres personas que creo que fueron las principales “alma mater” que tuvo el grupo en las distintas etapas por las que avanzó: Aniceto, Toño “Cate” y Eva. Todos los demás estamos incluidos en ellos igual que por el simple hecho de oír nombrar a HOGUERA VIVA, todos contestaremos: aquí estamos.

            Recibid un fraternal abrazo y un apretón de mano izquierda.


            Juan J. López Cartón.